Casi siempre son los nietos, querida Laila. Son los nietos los que más se implican en la reivindicación de sus abuelos, en su redención del olvido, en la superación del silencio, impuesto o no, o en la recuperación de una memoria que se va perdiendo por ese desgaste que impone, inexorablemente, el paso del tiempo. Rescatar del silencio, del olvido y de la desmemoria a su abuela, Carmen Maceiras, fue lo que quiso hacer e hizo Paco Díaz.

Las Balconadas es una bienal de pintura que se celebra, los años pares, en Betanzos y que se denomina así porque los pintores, consagrados o no, permiten que sus obras se cuelguen en los balcones de la ciudad, en una encomiable iniciativa cultural que trata de hacer más accesible a todos el goce de la belleza que los artistas nos pueden proporcionar. Hay generosidad e intención, buena intención, en esta iniciativa pública. Y este año, aunque es impar, Betanzos ha decidido que se celebren Las Balconadas igualmente para conmemorar los 800 años del traslado de la muy noble y leal villa desde San Martiño de Tiobre (Betanzos Vello) a su actual emplazamiento. Esto hizo posible que en el balcón de la casa nº 5 de A Rúa do Castro, al lado de la Plaza de la Constitución y frente a la emblemática Casa de los Núñez, cuelgue hoy un retrato de Carmen Maceiras, un acrílico de su nieto Paco Díaz. El pintor nunca conoció a su abuela y utilizó para su trabajo una de esas fotografías que la abuela dejó aquí en la, quizá, única visita que realizó a su tierra tras largos años en la emigración. Fue una foto "de vuelta" y, como esas canciones "de ida y vuelta", creadas para expresar la contradictoria realidad y la compleja experiencia del emigrante o del exiliado, dice muchas cosas, que han permitido al pintor captar la inteligencia limpia, la belleza y la fuerza de una mujer del Betanzos de los albores del siglo XX, merecedora de entrar a formar parte del relato de su propio pueblo; precisamente en el momento en que sus vecinos de hoy quieren recordar y celebrar sus últimos 800 años de historia.

Carmen Maceiras fue, nada más pero nada menos, una mujer del pueblo, del común, y por ello puede representar muy bien y suscitar el reconocimiento de todas esas mujeres, de cuyo nombre no podemos acordarnos, que han utilizado su andanza vital para construir la historia, la verdadera historia de todos. Generaron la vida, soportaron el peso de las familias, alimentaron, cuidaron, sanaron y acariciaron a los suyos. Son todas esas mujeres silenciadas y valientes, capaces de saltar por amor y por dignidad todas las barreras: las de la farisaica moral convencional impuesta, las de la norma inicua, las de clase, de estirpe o de cuna. Capaces de soportar el abuso y las represalias más crueles del rancio patriarcado y de sobrevivir con dignidad e incluso con alegría al castigo arbitrario o al exilio maquillado de emigración, porque toda emigración forzada, violentada, es en realidad un exilio.

Paco Díaz ha introducido la peripecia vital de Carmen Maceiras en el relato de Betanzos, en justo, honroso y agradecido homenaje a su memoria. Pero, con ello, debe romperse el silencio y quebrarse el olvido que pesa sobre tantas mujeres del pueblo y del común que, como Carmen, han tejido con hilos de fuerza, inteligencia y belleza el tapiz de 800 años de la historia de un pueblo. Siempre son los poetas los que nos salvan la vida y nos hacen recuperar la memoria. Los poetas de la palabra, del buril, de la lira o del pincel.

Por cierto, querida, en Las Balconadas de este año, también se cuelga una obra de Teresa Yáñez, que es, fíjate tú, biznieta de Carmen Maceiras. "Mira al cielo y cuenta, si puedes, las estrellas; así de numerosa será tu descendencia".

Un beso.

Andrés.