Cuando el ultraderechista Matteo Salvini acusa de colaborar con el tráfico de personas a las ONG que rescatan migrantes en alta mar, se le podría responder que él es cómplice de homicidio de las mafias que los dejan a la deriva en cáscaras de nuez a millas de la costa después de haberles sacado un dinero.

El ministro del Interior de Italia, amante de la verdad, quiere evitar que esos migrantes lleguen a puerto y se queden en Italia "para vender drogas a nuestros hijos". ¿Qué se puede responder a estos argumentos falsos y emocionales? Quizá que al líder de la Liga Norte le importa menos que "violen a nuestras mujeres y maten a nuestros ancianos", por mantener la apropiación indebida del populismo básico.

La preocupación por los hijos es una de las dramatizaciones primeras de los miserables. Lo natural es preocuparse por los hijos, pero no usarlos como escudo ni como excusa. Los buenos padres se tragan los temores para que puedan ser independientes y asumir los riesgos que tiene.

La causa de las "preocupaciones" de Salvini es la capitana Carola Rackete, que atracó en la ciudad siciliana de Agrigento el barco Sea Watch 3 con 42 migrantes a bordo, después de dos semanas a la deriva. Fue prudente: la otra opción era atracar en Libia, que está en guerra. Fue valiente: en Italia le esperaba la cárcel y una multa gruesa.

No hay que preocuparse por la capitana si hacemos caso a su padre, un ingeniero jubilado de 74 años: "Carola tiene 31 años y sabe lo que hace. Viajó en autoestop por Sudamérica, ha estado en la Antártida y en el Polo Norte, ha sido voluntaria en una reserva en Kamchatka; fue sola a Pakistán y nunca nos ha dado preocupaciones". Cuando no eres valiente tienes que preocuparte por Salvini.