La de pregonero oficial de las fiestas es una actividad que prolifera en agosto; oficio, antaño reservado a figuras relevantes, que acostumbran a elaborar piezas literarias sobre las que derramaban laudatorios y firmeza de convicciones. La posmodernidad lo ha confiado a la farándula, tal vez porque el calor de las antiguas certidumbres puede recuperarse por el aire acondicionado. No es fácil el oficio de pregonero, que exige el magnetismo, capaz de atraer la atención de un auditorio callejero, distraído y a veces vociferante. La sociología del pregonero no ha sido bien analizada porque, en ocasiones, responde a intereses no catalogados. Quienes comparecen, viven una ilusión de la que no saben desvanecerse. El escenario es el que marca su actuación, incluso cuando el público acude más al reclamo de la charanga que al protagonismo del actuante, susceptible de ser incorporado a la multitudinaria figuración. Este año, la pregonera será la ilustrada escritora Nieves Abarca, licenciada en Geografía e Historia, autora de la obra Crímenes exquisitos y "especialista en perfiles criminales". Nos promete un pregón lleno de humor, alejado de cualquier halloween o aquelarre. Agosto, en La Coruña, es área de descanso, es un mes mezcla de memoria y deseo. Todo gira alrededor del Atlántico, en cuyo horizonte se ve morir y nacer la nube. La Coruña, como siempre, acoge y acompaña el intenso trajín de la vida callejera que permite, bien entrada la noche, entregarnos rendidos a la almohada, que es como la cueva del alma.

La plataforma del Proyecto Cárcere, ente manumitido de la Marea, se ha apresurado a ofrecerse al Ayuntamiento coruñés para realizar actividades en la antigua prisión provincial, cuya adjudicación, mediante concurso restringido, está a expensas de resolución judicial por interdicto del Partido Popular. La obligada espera no nos impide insistir en la necesidad de constituir en sus instalaciones un museo marítimo, que complete la ruta cultural y disciplinar de la Domus, del Aquarium hasta la Torre de Hércules, además de acrecentar la aspiración, ya expresada públicamente, de que el litoral urbano de La Coruña, incluida la incomparable Avenida de la Marina, uno de los mayores conjuntos acristalados del mundo, sea declarado Patrimonio de la Humanidad.