La Coruña, en estas fechas, se afana precipitadamente en una cosmética municipal extemporánea, por su retraso. El tenderete de las fiestas de agosto se ha instalado en los Cantones, Jardines de Méndez Núñez y llega hasta la Ciudad Vieja. La urbe ha sido invadida por un almanaque de provincianismo romántico, donde lo exótico adorna la conversación del transeúnte. La cultura fronteriza está por los voladizos de la Zona Obelisco como si necesitara altos vuelos. Ha sido el cómic, una de las afortunadas iniciativas de Paco Vázquez durante su reinado municipal. De esta manera, La Coruña se ilustra con las Viñetas del Atlántico en tiempos en los que Superman se acerca al centenario. Son imágenes de popularidad mundial que nos trasladan lejos de la cultura dogmática. Ahora, atravesamos la etapa cultural disociativa y nos olvidamos que en 1901 una coruñesa, doña Emilia Pardo Bazán, acuñaba la palabra "mujericidio", mientras nos ocupamos de la promoción de Borrell como canciller de la UE nos olvidamos de otro coruñés, don Salvador de Madariaga, figura política de relieve mundial (fue presidente de la Sociedad de Naciones). En tiempos de Paco Vázquez, Méndez Romeu, recientemente designado como una especie de cobertero de la Alcaldía, fue un excelente concejal de Cultura. Leía tantos libros, apilados en su mesilla, que la cultura le entraba por ósmosis. También fueron importantes, en aquellas lides municipales, Losada, siempre dispuesto a salir de su hornacina y Yoya Álvarez, que pugna por jugar nuevas bazas en la actual política local. Son como reliquias renacidas, entre la prole nueva que se ha incorporado la Ayuntamiento herculino, prole que parece no entregarse a la "eficacia" por la vía de la ficción. La vida política está revuelta, ha pegado un tirón, y ya no cuela hacernos creer que los dictados de algunos políticos al uso han sido aceptados por todos. Un ejemplo paradigmático, el de los nacionalistas, empeñados en optar por el Estado plural, mientras aspiran a una Galicia aislada y homogénea.

Otrosí digo

En nuestra ciudad, en fiestas, además del provincianismo romántico, sensible y a veces novelero, tampoco faltan a la cita "guiris", que se recauchutan con nuestros caldos y cervezas, en tanto sus donas esparcen sus lorzas sobre las toallas playeras.