Mientras freía un par de ajos para aromatizar el aceite, escuché por la radio que delante del Museo del Prado, en Madrid, habían acampado más de dos mil indigentes para visibilizarse frente a la opinión pública. Lo de "visibilizarse" es un añadido mío. Lo dijeron de otro modo que incluía una censura subterránea. Quise entender que el Museo del Prado no se merecía aquel espectáculo. Entretanto los ajos se doraban y la cocina comenzaba a oler a hogar. Dos mil personas sin casa solicitaban de ese modo que las autoridades se hicieran cargo del problema. Entre ellos, había individuos con mentalidad de clase media y estudios universitarios. Significa que habían sido expulsados a la mendicidad desde situaciones más o menos acomodadas o estables. Unos días antes habían colocado sus tiendas de campaña frente al ayuntamiento, pero la policía los sacó de allí, no sin el ejercicio de cierta violencia. El nuevo alcalde, no quería conocer la realidad de la ciudad que estaba llamado a gobernar.

-¡Qué les corten la cabeza!, gritó.

Lo de que le "les corten la cabeza" es un invento mío porque me ha venido a la memoria la reina loca de Alicia en el país de las maravillas. Almeida, que así se llama el nuevo regidor, tiene su propio vocabulario y su propia nomenclatura para ordenar que les corten la cabeza a los pobres. No sabemos cuál es porque no la manifestó en público, pero lo cierto es que la policía se presentó y se la cortó.

Algunos piensan que para modificar la realidad no hay más que cambiarla de lugar. Lo dicen los mismos médicos:

-Si quiere usted curarse esa bronquitis, alquílese una casa en la sierra.

Muchos de los indigentes a los que Almeida cortó la cabeza tienen bronquitis por dormir a la intemperie, pero no pueden alquilarse una casa en la sierra. Por eso ahora han acampado frente a la estatua de Velázquez que preside una de las entradas al museo. Quiere decirse que han cambiado de lugar, pero no de enfermedad. Dentro de Madrid hay muchas ciudades. Una de ellas es la de los desheredados que han decidido agruparse en la lucha final. Para que los veamos. Pero a la autoridad competente le molesta esa visión. Saqué los ajos de la sartén e introduje el pollo.