Los Estados Unidos de Donald Trump no parecen cejar en su empeño de conseguir que los europeos acaben denunciando también el pacto nuclear con Irán, siguiendo el ejemplo unilateral de Washington.

La última maniobra de esa estrategia es su propuesta de crear una misión militar que encabezaría la superpotencia, de la que formarían parte los europeos y que tendría como objetivo garantizar la libertad de navegación en aguas del golfo Pérsico.

Se respondería así al secuestro por los iraníes de un petrolero británico en el estrecho de Ormuz y a los sabotajes contra otros buques de distintas banderas en el golfo de Omán y que Trump atribuye, aunque sin pruebas, también a Irán.

Los iraníes justifican, sin embargo, ese secuestro como reacción a la captura, semanas antes, por los británicos, de un superpetrolero iraní en las proximidades de la colonia británica de Gibraltar.

El superpetrolero iraní navegaba por aguas internacionales, y Londres atribuyó su captura a que se dirigía supuestamente a un puerto sirio, violando así las sanciones europeas contra el régimen de Bashar al-Assad, algo que Teherán, sin embargo, niega.

El Reino Unido, que en un principio había propuesto el envío una misión exclusivamente europea a aguas del Pérsico, parece inclinarse, tras la llegada de Boris Johnson a Downing Street, por que sea Washington quien la encabece, lo que produce rechazo en algunos gobiernos aliados.

Así, Berlín recela profundamente de los motivos de Washington y, como explicaron tanto el vicecanciller alemán como el ministro de Exteriores, ambos socialdemócratas, una misión como la propuesta sólo aumentará la tensión cuando es más necesaria que nunca la diplomacia.

No está de acuerdo, sin embargo, el exembajador alemán en Washington y actual presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, Wolfgang Ischinger, según el cual precisamente un país campeón de exportaciones como es Alemania debe estar también en primera línea cuando se trata de garantizar la libertad de navegación allí donde haga falta.

El temor de Berlín, como de otros europeos, es que EEUU trate de aprovechar el conflicto marítimo entre Irán y el Reino Unido para asfixiar todavía más a un país al que no solo prohíbe exportar su principal riqueza sino también comerciar con otros productos.

Mientras tanto, algunos se preguntan en EEUU por el abusivo papel del Estado judío y de Arabia Saudí, principales aliados de Washington en la región, en la elaboración de la estrategia de la superpotencia frente al régimen de los ayatolas.

Así, para Andrew Bacevich, conocido historiador norteamericano especializado en relaciones internacionales, EEUU no tendría nada que ganar de un nuevo conflicto militar en esa explosiva región sino que son sus dos aliados quienes manejan los hilos.

Aunque tanto el primer ministro iraní, Benjamín Netanyahu, como el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, hacen creer a EEUU es quien lleva allí la voz cantante, lo cierto, escribe Bacevich ( 1), es que Washington no hace nada con lo que Tel Aviv o Riad no estén previamente de acuerdo.

Y esto no solo en lo que respecta al conflicto con Irán: Washington ha dejado a cada uno de esos dos gobiernos aliados ejercer un veto de hecho en todos los asuntos que afectan a sus respectivos intereses.

Bacevich, autor de varios libros muy críticos del "militarismo" y el "excepcionalismo" estadounidenses, se refiere concretamente a la "insensata y fracasada" guerra de bin Salmán en el Yemen y al práctico abandono por Washington de la solución de los dos Estados como forma de poner fin al conflicto palestino.

(1) En la revista británica 'The Spectator'.