P layas atestadas, intransitables en tierra y mar, doce horas de sol y calor nunca por debajo de los treinta, mucha cerveza, niños, ruido y el deporte que se puede, a veces con intensidad rayana en la temeridad y dos lecturas. Una biografía algo liviana de Robespierre escrita hace cien años por Hilaire Belloc que ayuda a recordar al personaje, a los protagonistas de la Revolución y a la Francia de la época. Y otra de Felipe II, la biografía definitiva, así se titula, con más de mil páginas de texto y casi cuatrocientas de fuentes, bibliografía, notas y cronología, escrita en 2010 por Geoffrey Parker, un grandísimo hispanista británico de la potente escuela que tanto ha hecho por darnos a conocer nuestra historia, en este caso la de nuestros siglos XVI y XVII. El autor dedica el libro a Sir John Elliot su maestro y de tantos otros. Apasionante el personaje e imponente su poder. Y admirable el autor de la biografía, uno de esos pocos investigadores que escriben la Historia con mayúsculas después de una vida recorriendo archivos de medio mundo o del mundo entero en este caso. Hay que descubrirse ante su excepcional trabajo. Desde otra perspectiva el libro ofrece una lección magistral sobre un trozo, el imperial, de la historia de España que sobrecoge por su poderío en el mundo occidental de entonces y que impresiona por los usos y las relaciones de poder tanto en el ámbito internacional como en el interno. Espléndido libro.

Asomándose a la prensa, a los titulares en realidad, se capta enseguida que Sánchez nos toma el pelo o, más exactamente, nos ignora, digo a la gente que atesta las playas y que veranea, con más comodidades o con menos en cualquier pueblo o ciudad de España. E ignora también, claro, a los que no tienen la oportunidad de marchar de vacaciones pero marcharán más tarde o ya lo hicieron. Es la impresión que traslada Sánchez aunque no lo pretenda sino todo lo contrario, hacer creer que se desvive por formar gobierno cuanto antes porque la situación del país lo pide a gritos. Resulta tan ridícula su reiterativa presencia en los medios reuniendo a sindicatos, artistas, empresarios y sociedad civil como nos llaman, que invita a hacer chanzas sobre lo que dice y hacen el presidente y sus ministros, sobre todas la portavoz Celáa. Lo último es la próxima presentación de un "programa social progresista" que hará llegar a todos los partidos pero que sólo negociará con Podemos. De Casado y Rivera ya sabe Sánchez lo que puede esperar, nada, y eso porque son gente educada y algo sosaina, que si anduvieran por aquí gentes como Berlusconi, Salvini, Trump, Boris Johnson o Alfonso Guerra en vena íbamos a reírnos a gusto con las respuestas a las exigencias de Sánchez a cambio de nada. Dicen desde el gobierno que con PNV, ERC y Junts per Cat, se reunirán pero solo para exponerles el plan progresista cuatrienal, sin negociar nada de nada, suena a estribillo de canción del verano. La negociación se la concede sólo a Podemos que pasa en días de socio preferente a gente no fiable, de partido al que sienta en el Consejo de Ministros con ¡una Vicepresidencia y tres carteras! a partido al que quiere para una bondadosa cooperación que pone en manos de Echenique, la pareja de Galapagar y la reivindicativa Yolanda de Ferrol.

Todo vale para pasar el tiempo y que venza el plazo de dos meses desde su frustrada investidura. Entonces disolución y elecciones que es en lo que está desde que el 28 de mayo conoció Sánchez los resultados. Cuando no nos toma el pelo nos ignora y que siga el cuanto porque Sánchez tiene que ser presidente. Me vuelvo con Felipe II.