Buen día tengan ustedes. El tiempo de verano va pasando, discurriendo sin grandes sorpresas. Lo que tiene que ocurrir va aconteciendo, y a estas alturas el Globo de Betanzos, la Batalla Naval, el Teresa Herrera, las procesiones del Carmen y tantos otros hitos tradicionales por aquí de este tiempo de estío han quedado recogidos ya en la retina de propios y foráneos. Espero que les haya ido bien, sean de los que han disfrutado de la algarabía, o de los que han preferido algo más tranquilo. Lo bueno, la posibilidad de tal pluralidad, en ese y en todos los campos. Ahí reside el gusto, afirma el aforismo, y es la base para la mejor de las convivencias posibles.

Donde no hay mucha alternativa ni escapatoria es en las consecuencias de un mal entendimiento de lo público, que estos días asoma la nariz „y las garras„ para preocupación de aquellos cuyas facturas de locomoción no las paga ni un Ministerio, ni un Concello, ni siquiera una empresa, ni tampoco viajan en Falcon o en helicóptero. Hablo de los que se costean el transporte diario al puesto de trabajo de su propio bolsillo, para los que el panorama se pone cada vez más feo. Porque algunos en la cosa pública, cada vez que hablan, hacen que suba el pan.

Miren, el ministro de Fomento en funciones y secretario de Organización Ábalos lo tiene claro. Y, en su imaginario, las cuentas „y los platos rotos„ las han de pagar los de siempre. De ahí el globo sonda lanzado sobre el pago de peaje en autovías, que supone una nueva vuelta de tuerca sobre quien ya destina una cantidad muy importante de su presupuesto mensual a movilidad por razón del trabajo Y por eso la desidia del Estado para arreglar unas infraestructuras que han ido perdiendo calidad con el paso del tiempo, y cuyo coste se quiere proyectar ahora sobre unos muchas veces económicamente exhaustos usuarios. El resultado será, en clave gallega, que vías como la A-6 y la A-52, que ahora suponen un respiro en algunos desplazamientos en la comunidad, cuando ya tenemos que hacer frente a los desorbitados precios de la AP-9 vía subidas consecutivas, se convertirán en nuevas fuentes de gasto y de quebraderos de cabeza.

Pero lo más grave de todo es que en la dialéctica del ministro y del Ministerio a un peaje inicial de tres céntimos por kilómetro se le denomine "simbólico". Eso implicaría que ir y volver de A Coruña a Lugo se pondría en unos seis euros. Pero si uno lo hace cada día, sin vía alternativa, de lunes a viernes, implica unos 120 a 130 euros al mes. Y sumando a esto los demás gastos derivados del transporte, tales como combustibles, depreciación del vehículo por uso y gastos de mantenimiento, la cuestión se dispara. Y, muchas veces, llevándose para casa sueldos netos de menos de mil euros al mes. ¿Simbólico? Lo será para usted, amigo... Para muchas personas solamente el importe de tal peaje „sin combustible„ representa más de un diez por ciento de sus emolumentos mensuales totales.

No se es Gobierno para esto, para cobrar dos veces „vía impuestos y con peajes„ a los mismos. Eso es lo fácil, que a la larga crea brecha social y exclusión. Si necesitan un mayor volumen de recaudación, aborden de una vez por todas la elusión y evasión fiscal, por ejemplo, o persigan el enorme porcentaje de economía sumergida en nuestro país, buen indicador de subdesarrollo. Eso sí que es gobernar, de forma valiente, coherente y decidida. Lo otro es simplemente terminar de ahogar a una clase económica media que en buena medida ya no existe.

Con todo, pareciese que a veces „y es triste tener que decir esto„ fuese mejor que los gobiernos no hiciesen nada, ya que no se centran en aquello positivo que realmente podría redundar en una mejora económica general, y lo que plantean tiene tales efectos secundarios que a veces meten miedo. Fíjense en la precuela de la demonización del diésel, y lo que puede llegar a suponer. Porque... ¿sabían ustedes que hay coches diésel hoy que contaminan „en función de diferentes parámetros„ mucho menos que casi la totalidad del parque móvil de gasolina, incluyendo muchos motores híbridos? Pues sí, es así. Y muchos hemos optado por ellos pagando un sobrecoste, comprometidos con el medio ambiente y la sostenibilidad.

Para gobernar y para diseñar un mundo mejor a nuestro alrededor, hay que saber. No solamente gritar o lanzar proclamas. Hay que saber, por encima de todo, viendo todas las aristas de lo que proponemos, y buscando soluciones. Saber. No decir que sabes o mostrar el envoltorio de tu sabiduría. No. Mucho más. Y eso, en este país, y especialmente en la política de nuestro país, falla notablemente.