Como muy bien dice la guatemalteca Adriana Gonzales, ganadora de la última edición de Operalia, Plácido Domingo merece todo el respeto por los años que tiene, por su dedicación, por su energía y su presencia en el mundo de la ópera. Pero no más ni menos que cualquier otra persona: la ley no puede hacer acepción sujetos, ¿o sí? Aunque Plácido Domingo siempre ha sido de mi agrado no me quiero pronunciar ni a favor ni en contra hasta que el juez no dicte sentencia. Pero, si de entrada se tiene tantos miramientos por ser quien es, a quienes se les debe juzgar es a los que hacen estas distinciones. No quiero nombrar al Rey, a Picasso, a Neruda ni a otras personalidades porque está feo dar nombres. Pero les invito a que indaguen en la vida de las grandes figuras del arte, de la ciencia, de la política, etc. Y si lo hacen, se darán cuenta de lo paradójica que es nuestra moral: si es un premio Nobel, por ejemplo, el que comete el delito, éste quedaría diluido en el brillo de su fama, pero si es el fontanero del barrio a quien acusan nueve mujeres de ese mismo crimen, la losa de la opinión pública, de la ley y otros pesos, caería sobre él sin compasión. No somos de fiar.