No sé si los meteorólogos siguen utilizando el globo sonda. La medición de los valores de la atmósfera „temperatura, humedad, etc.„ seguro que ha encontrado otros instrumentos más sofisticados que un viejo globo aerostático. Nuestros gobernantes, en cambio, no parecen haber encontrado un método más preciso para pulsar la reacción de la opinión pública sometida a ciertos estímulos. Agosto, tiempo de asueto y "far niente", parece el mes ideal no solo para los castillos en la arena, sino para el juego de los experimentos.

Ciertos mensajes lanzados desde el Gobierno en los últimos días no parecen tener más sentido que ejercer de globos sonda. ¿Qué otra cosa puede ser si no, el ya bautizado como "peaje simbólico" en nuestras autovías? Debe de ser lo que de toda vida conocemos como "la voluntad". "La voluntad" es ese impuesto también simbólico que se nos pide por determinados favores o trabajos. Por ejemplo, cuando nos traen la compra del súper a casa, le damos al porteador lo que nos parece. Y lo que nos parece puede ser un céntimo o 50 euros. Lo cierto es que nunca acertamos porque para unos un euro es una miseria y cinco, una pasada. Viene a ser la propina „en España, voluntaria„ que dejamos en el platillo del bar, esas monedas que parecen sobrarnos. Siempre nos equivocamos: o no llegamos o nos quedamos cortos. Si dejamos calderilla, mal (no seas roñoso), si damos un billete, fatal (qué prepotencia). No hay dos voluntades iguales y menos si son simbólicas.

Todas esas disquisiciones tendrán que planeárselas el conductor, que bastante tiene con lo que tiene, desde que avista la señal de Toll (ahora tendremos que llamarla "peaje simbólico") hasta que pasa por caja. El globo sonda, como siempre que se usa este instrumento, ya ha levantado una airada reacción de los consumidores. Ya son ganas de fastidiarnos las vacaciones.

A quienes ya han fastidiado el verano provocándoles una preocupación innecesaria es a los hosteleros. En vez de dejarles que hagan su agosto tranquilamente, nuestra ministra de Sanidad les ha metido el miedo en el cuerpo. María Luisa Carcedo ha advertido que se ha acabado el desmadre del fumeteo en las terrazas. Los pobres hosteleros no ganan para reformas. Primero dividieron el local en dos zonas: fumadores y no fumadores. Luego derribaron el muro de la vergüenza para convertir su local en libre de humos. Luego compraron calefactores para que los fumadores, tan propensos a las enfermedades respiratorias, no cogieran una pulmonía. Después, fueron cerrando poco a poco las terrazas hasta convertirlas en auténticos bunkers, impermeabilizados y sellados, con aire acondicionado en verano y calefacción en invierno. Y ahora tocará derribar esos anexos al bar o restaurante, bajo amenaza de multas de infarto.

Los sufridos fumadores, que bastante tienen ya con su maligna adicción, parece que van a ser perseguidos también en las playas, Es cierto que algunos tienen la mala costumbre de enterrar las irreductibles y contaminantes colillas en la arena, algo altamente... Pero los cívicos, que portan un cenicero o rellenan latas con sus colillas serán víctimas colaterales. ¿No sería mejor invertir más en unidades contra el tabaquismo? A menos fumadores, menos problemas en terrazas y playas.

Los decimonónicos globos sonda, que parecen más fiables que las encuestas científicas, sirven para que el afectado se vaya haciendo a la idea de lo que le viene encima. Y sirven también, como buen instrumento político que son, para que olvidemos que el gobierno está en funciones, que muy probablemente en noviembre tengamos otras elecciones y que la crisis económica amenaza con ser la devastadora gota fría de este otoño.