Utilizamos el lenguaje para ocultar la realidad, o aminorar el impacto emocional que nos produce el uso de algunas palabras. "Daños colaterales", por ejemplo, se empleó para aludir a las víctimas civiles de bombardeos masivos, como si los que lanzaban los ataques no fueran conscientes de la inevitabilidad de esas matanzas. Ni por supuesto de su responsabilidad sobre unos hechos que no dudaríamos en calificar de auténticos crímenes de guerra. La lista de las mixtificaciones es larga. Últimamente la extrema derecha española (Vox) le ha impuesto al resto de la derecha (PP y Ciudadanos) el empleo de la expresión "violencia intrafamiliar" para aludir a los casos que hasta ahora calificábamos de "violencia de género". Pero no todas las tergiversaciones son tan maliciosas como las arriba citadas. A veces, también ponen de manifiesto el temor a que algo malo suceda. Al respecto, leo en el Magazine fin de semana de este periódico un reportaje sobre el cambio climático bajo el título "Once años para salvar el planeta". Y con este sumario amenazador "En poco más de una década el cambio climático será irreversible. ¿Qué podemos hacer?". La respuesta a ese interrogante revela que hasta ahora hemos hecho mucho menos de lo que se necesitaba para afrontar a tiempo el peligro. Y así nos lo recuerda el último informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, la máxima autoridad mundial sobre este asunto. Según ese informe, solo disponemos de diez años para evitar que el fenómeno sea imparable. Muy corto espacio de tiempo para reaccionar y menos todavía con dirigentes de tan escasa talla moral e intelectual como el presidente de Estados Unidos de América del Norte, Donald Trump o el de Brasil, Jair Bolsonaro, que dijo estar dispuesto a abrir la selva del Amazonas, principal pulmón verde mundial, a la explotación agrícola y ganadera, es decir a una creciente deforestación. Trump retiró a su país de los compromisos adquiridos en la cumbre de París y Bolsonaro se ha permitido hacer chistes sobre las imposiciones que se le hacen desde el resto del mundo sobre la conservación de la Amazonia que, a su juicio, es un patrimonio que corresponde solo administrar a los brasileños. "La Amazonia es nuestra, no de ustedes" „dijo el mandatario brasileño„ que acusó a las ONG de estar detrás de la ola de incendios declarados en ese territorio. Diez años de plazo (como el que exige el informe patrocinado por Naciones Unidas) parece un tiempo insuficiente para llevar a cabo la ingente labor de transformación política, financiera y de producción que se nos exige y por ello cunde el temor de no llegar a tiempo. En el libro "La Catástrofe que viene" de Elizabeth Kolbert, publicado en 2006, se recoge este dato: "La última vez que los niveles de dióxido de carbono fueron comparables a los de hoy (constatan los geólogos) fue hace tres millones y medio de años, durante lo que se conoce como el período cálido del Plioceno medio, y es probable que no hayan sido mucho más altos desde el Eoceno hace unos cincuenta millones de años. En el Eoceno, los niveles del mar eran casi noventa metros más altos que hoy". El planeta seguirá girando en las condiciones de habitabilidad que fueren, lo que hay que salvar ahora es a la humanidad.