No es fácil descifrar el sentido, en vísperas de unos pactos o de unas elecciones, de introducir la cuestión del pago por el uso de las autopistas, pero el vacío de debates no solo provoca grandes agujeros en las páginas de los periódicos, sino en las mentes, razón de ser de las llamadas serpientes de verano. En todo caso vamos allá. Hoy el verdadero problema es que la magnífica red de autopistas y autovías, abandonadas durante la crisis, se cae a pedazos, y la situación ya no da para más. Para atender la red y recuperar el tiempo perdido o se pone una medida de pago o habrá que recortar otros gastos públicos necesarios. Por otra parte, parece bastante justo que pague más el que más desgasta el asfalto. El problema puede estar en la reacción de los principales sectores afectados, como el transporte, que más de una vez ha hecho saltar el tablero, pero algo habrá que hacer cuanto antes.