"Ciges es feliz en su convicción de ser mucho más desgraciado que sus contemporáneos. Su verdadera desgracia sería la de encontrarse con otro hombre más desgraciado que él. Eso lo dejaría inconsolable." Julio Camba (1910)

Los que aún tengan algún tiempo este verano y ganas de desempolvar vieja narrativa pueden acudir a Ciges; padre de Luis, el actor secundario que todos admiramos, imprescindible para Berlanga, Almodóvar o Cuerda.

Un viejo prematuro, taciturno, enlutado, silencioso; pero eminentemente activo en la época que le tocó vivir; desde nacer en Enguera, (Valencia 1873) hasta ser fusilado por los golpistas por ser gobernador civil de Ávila en agosto de 1936; Fue un autor optimista, en casos quizá agitador, que retrató con ironía la sociedad de su tiempo, como un impulso ético. Su prosa nace de la sagaz observación y de la experiencia. Le toca pillar el fusil en Cuba y, por díscolo, pasar un par de años a la sombra. Regresa, escribe artículos contra la ejecución de Ferrer i Guardia (1909) y la solución es otro exilio en París. Ya era conocido por cuatro volúmenes de memorias sobre el cautiverio, el hospital, la guerra y la vida periodística. En ese tiempo ven la luz sus narraciones sobre las condiciones sociales de los mineros en Almadén, Ríotinto y Mieres y sus primeras novelas. Vuelve en 1917 y recupera su obra narrativa, como sus contemporáneos del 98, era cuñado de Azorín.

Esta cala hará referencia solo a una obra, El juez que perdió la conciencia, basada en su experiencia cuando en 1923 accedió a ser candidato cunero del partido liberal por el distrito de Don Benito. La novela es en verdad imprescindible para quien quiera conocer en detalle la maquinaria, la jerga y los rituales de las elecciones en la España de comienzos del siglo pasado. Ernesto Marsán, un acaudalado juez con un innato fondo de honradez, acepta concurrir en buena lid frente a Daniel Cepero, candidato conservador, por el distrito de Neblino, que Ciges sitúa en la España mediterránea. Las peripecias de la contienda con un realismo casi cinematográfico que pronto nos llevan a la lucha sobre el terreno mientras van desvelando la red de clientelismos. Caciques que aportan votos y demandan contrapartidas y prestos a todo tipo de corrupciones, son los personajes esenciales de la trama. Negociaciones, pactos, amenazas, chantajes, sobornos y algún coscorrón jalonan una refriega electoral que nos permite conocer una espléndida galería de tipos ibéricos genuinos. Al fin, un reñido escrutinio, termina casi en tablas y ve su desenlace anulado por el golpe de Primo de Rivera El eje de la obra es la transformación moral de Ernesto Marsán, atrapado al fin en la sordidez de la lucha, y parece transmitir la imposibilidad de cualquier progreso en una sociedad enferma hasta sus cimientos.