28 de agosto ya. El mero paso del tiempo ha ido hilvanando los días, y ya ven que estamos en las postrimerías de este mes de agobio en las zonas de solaz y parálisis en casi todo. ¿Se dan cuenta de que cuando nos veamos el próximo sábado, ya será en el último día del mes? Luego llegará septiembre, donde afloja la canícula, los lugares de vacación se esponjan „aunque cada vez hay más personas que optan por este mes para su tiempo de descanso, con buen criterio„ y donde casi todo parece que vuelve a coger ritmo. 28 de agosto ya, sí. Si es que en nada, como les digo siempre, estamos tomando de nuevo las uvas...

No sé cómo vendrá este año „en lo meteorológico„ las primeras semanas de septiembre y, ya, el otoño. Si nos atenemos a algunos de los años anteriores, quizá se vaya a producir una larga prolongación de nuestro peculiar tiempo de verano. Y es que dicen los expertos que, con los evidentes cambios que se están produciendo en los registros climáticos de los últimos años, todo tenderá a ser más bipolar, de forma que el clima se irá traduciendo en una suerte de dos estaciones „seca y húmeda„, con exacerbación de las rasgos de cada zona. Se hablaba hace nada de que, con los cambios, Madrid podría pasar a tener un tiempo similar al de Marrakech hoy. Y Galicia „por algunos ya rebautizada como Galifornia„ podría alcanzar así un perfil meteorológico parecido al del estado estadounidense cuyo nombre inspira tal marchamo. Ya saben, sol, buen tiempo y luz, en un paraíso verde „ya no tan verde, en tal caso„ ideal para el surf.

Pero no se engañen. El cambio climático, con sus indudables ventajas para el turismo, puesta la lupa únicamente económica „siempre de luces cortas y poca visión a largo plazo, si no va acompañada de otros análisis„ traerá también otros mimbres. Y, para empezar, muchos de ellos vienen acompañados de una gran incertidumbre. ¿Cambios profundos en patrones climáticos, más allá de lo previsto, por influencia de otros factores? Por supuesto. Un cambio pequeño en las temperaturas medias podría afectar a la actual disposición de la Corriente del Golfo „que nos da la vida„, o muchos otros elementos asociados. ¿Variaciones en nuestra agricultura, en una zona de secano, en la que no hay cultura „por no ser casi necesaria„ del regadío? Imagínenselos. ¿Cambios en la fauna? Bueno, sobrada cuenta de ello empiezan a dar los tabloides, ¿no? ¿Plagas? Todas las que quieran, empezando por las que ya han llegado „mosquito tigre, avispa velutina, especies de garrapatas muy peligrosas...„ y las que quedan por venir. ¿Nuevos patrones epidemiológicos? Pues claro, asociados a lo anterior. Y es que hay peligros, más al sur e inéditos o casi inéditos hasta ahora aquí, cuya potencialidad destructiva empieza a visualizarse entre nosotros...

Eh, un momento... Pero entonces, amigo José Luis, ¿es usted un cenizo que viene a fastidiarnos lo poco que nos queda de verano? No, de ninguna manera. ¿Acaso un remedo de nuevo Nostradamus de tres al cuarto que disfruta enumerando las siete plagas de un particular Apocalipsis? Tampoco, tampoco. En absoluto. Y, ¿entonces? Miren, no se preocupen, y traten de ver siempre la botella medio llena. Ya iremos evolucionando con los cambios, satisfaciendo las nuevas necesidades y dando respuesta, en la medida en que surjan, a los nuevos retos, dificultades y problemas. Esa es la actitud. Pero es que tampoco es de recibo, y de ahí esta reflexión, traducir todos los cambios que se nos vienen encima „para bien y para mal„ en el advenimiento de un nuevo paraíso para el surf, de cuerpos bronceados y lluvia escasa. Uno, porque no es real. Y dos, porque tal información „que se plasma con frecuencia en todo tipo de canales„ deja muchas cosas por contar.

Vivimos en Galicia. Somos de Galicia. La brétema es parte de nosotros. Y si, tantos miles de años después, tenemos un territorio a la manera del nuestro, es precisamente por todo lo acontecido antes. Por la lluvia. Por un clima atlántico benigno, y porque un día de sol en medio de otros más nublados es un regalo magnífico. Para mí, desde luego, mucho más que un sol plano y abrasador cada día. Lo malo de la forzada mundialización que se nos trae es que parece que todo quiera ser lo mismo y que, del hecho de que influencers y youtubers se muevan como pez en el agua por las ondas que todo lo conectan, pareciese que todos los rincones del mundo son iguales, o que en los mismos se pudiese vivir de igual manera, una vez homogeneizados los gustos por la comida basura y los tics de los adolescentes en su personal e intransferible búsqueda de patrones identitarios. Pero no. Aquí, mientras llueva y el tiempo siga siendo el habitual del patrón Atlántico habrá salvación „climática„. Y, ¿saben por qué? Porque el agua nos da la vida. A pesar de que, en general, se siga llamando "mal tiempo" al que nos da de beber. Y de comer. Y de respirar mejor. Y de no sucumbir en el intento de sobrevivir cada día...

Por eso no. Galicia o Galiza, según les guste más, que yo soy muy poco "tiquismiquis" con esas cosas. "Galifornia" no es aquí. Aunque California sea un sitio bien agradable, que merece la pena visitar.