La naturaleza humana „lo que eso sea„ ya no es un concepto terminado, inamovible. Las nuevas técnicas de edición genética nos han entregado las llaves del panel de mandos. Podemos cambiarnos a placer. El filósofo Michael Sandel, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2018 apunta, por ejemplo, que el control del genoma puede cambiar el concepto que tenemos de los niños como regalos que hemos de criar y tratar de educar, vengan como vengan. En cambio, pueden convertirse en algo que hemos "diseñado" antes de nacer y que deberían de cumplir los parámetros que hemos escogido para ellos. ¿Qué pasará entonces? "¿Los niños que han sido editados para tener un mayor talento musical o destreza atlética se sentirán obligados a cumplir los sueños de sus padres, incluso más de lo que normalmente lo hacen los niños actuales?". Quien se hace esta pregunta es Mildred Z. Solomon, una de las grandes referencias internacionales en bioética, profesora en la Universidad de Harvard y presidenta del Hastings Center, fundado en 1969, entidad pionera en la investigación bioética. Solomon firma un artículo en Scientific American donde reflexiona sobre el enorme reto al que se enfrenta la humanidad: controlar el desarrollo de embriones humanos modificados genéticamente que acaben cambiando la línea germinal del ser humano. No solo es un problema de seguridad, advierte. No es que los cambios efectuados por científicos frankenstein como el chino He Jiankui „que anunció la concepción de dos bebés inmunes al VIH„ generen efectos secundarios imprevistos en esos superniños. Es que la línea entre los cambios genéticos en un individuo y las modificaciones que acaban trasladándose a generaciones futuras es "borrosa", avisa Solomon. La suma de miles de decisiones de padres que decidan editar los genes de sus embriones puede ocasionar un desbarajuste de proporciones incalculables. Podríamos acabar incurriendo, como indica Solomon, en una "carrera armamentística genética", en la que todos los padres participan compitiendo por lograr el rasgo que proporcione la ventaja decisiva a su futuro hijo. Un camino hacia una supuesta mejora de la humanidad que, además, "podría reducir la variación en la especie", avisa Solomon, quien aboga por trazar "estategias" para discutir las implicaciones de la revolución genética. Pone un ejemplo para reflexionar: si los padres creen que sus hijos pueden ser repudiados por ser homosexuales o bajitos, tendrán la tentación de "mejorarlos" y, al final elaboraremos "nuestra progenie sobre la base de normas populares pero sospechosas como la homofobia o ciertas características físicas".