Me disponía a escribir de Neymar da Silva Santos Júnior. He desistido. Los culebrones tienen su principal razón de ser en la insoportable persistencia y puede que esté llegando a su fin; no quiero quedarme colgado de la brocha. Lo haré, en cambio, de Jair Messias Bolsonaro, otro brasileño, que no parece estar lejos del astro del PSG en la calidad de materia gris de su periferia cerebral.

Bolsonaro ha decidido hacer de los problemas que afectan al planeta un asunto particular. Esto no es nuevo pero sí, sin embargo, resulta de lo más novedoso reconocerlo mundialmente. Dice que no está dispuesto a admitir la ayuda económica del G-7 para la Amazonia si Macron no retira antes los insultos contra su persona.

Todo ello parte supuestamente de una situación insólita en la que Bolsonaro se atrevió a mofarse en las redes sociales de la mujer del presidente francés y este le respondió que ese tipo de burlas harían avergonzarse a las brasileñas del sujeto que dirige la política desde Brasilia. Digo que parte supuestamente de esa pequeña escaramuza porque en el fondo de la crisis entre Brasil y Francia lo que subyace es, además de los modales groseros de Bolsonaro, la actitud de gendarme mundial de Francia en relación a la Amazonia, que está siendo sometida a una deforestación salvaje por falta de control medioambiental.