Tendemos a juzgar al vecino por sus ademanes, su porte, la forma de vivir que percibimos „basada casi siempre en los símbolos externos„; o incluso por lo que nos dicen de él los amigos de los conocidos de sus compañeros. Pocas son las personas que se paran a observar el entorno que les rodea y, muchas menos, las que tratan de aceptar y comprender a aquel cuyos parámetros no encajan en su realidad aprendida o heredada. Vivimos en un país en el que nos cuesta aceptar lo diferente y en el que tendemos a despellejarlo, en lugar de tolerarlo y, mucho menos, admirarlo... Al menos en un primer momento, porque ya sabemos eso de que Vicente acaba yendo donde va la gente.

La genética marca una parte de la que será nuestra personalidad que, por supuesto, estará formada por un compendio de herencia paterna y materna... Pero también hay un pedazo de nosotros mismos que le debemos a la vida. Cada uno aprendemos a ser en base a nuestra inteligencia, a vivencias personales e intransferibles, a sensaciones, a momentos, al entorno en el que nos toca desenvolvernos y a percepciones. Incluso tratándose de hermanos, la diferente carga genética de cada individuo traerá consigo un carácter que logrará que cada miembro familiar cojee de un pie distinto y que, por ello y sus circunstancias propias, desarrolle facetas inusuales o poco frecuentes.

Las personas carecemos de patrones y, aunque en situaciones específicas las gentes normales suelen reaccionar de formas similares, también es cierto que no todo el mundo puede ser encasillado bajo el parámetro de la normalidad... ¡Y gracias a Dios! Porque son los seres que hacen, piensan o actúan de forma diferente o menos convencional, los que en general nos invitan a avanzar, a crecer, a observar, a aprender y hasta a desechar. Así que amigos, seamos comprensivos y hasta agradecidos con la escuela que, más allá de la fachada, representa casi todo nuestro prójimo; ya sea para aportarnos o para apartarnos.

Si el vecino nos irrita, deberíamos pensar que esa persona es producto de una mezcla de la que, al igual que nos sucede a nosotros mismos, no tiene culpa alguna...; así como de unas circunstancias de las que no tenemos ni pajolera idea porque trascienden más allá de lo visible. Si por el contrario, vamos topándonos con individuos cuyas personalidades nos agradan, sintámonos afortunados por encontrar referentes y, hasta puede que refugios; pero tratemos de dar una oportunidad a todo el mundo. Solamente conociendo se puede opinar y, en según qué ocasiones, juzgar. Recordemos que nadie es mejor que nadie y que todos somos diferentes a todos, con indiferencia de sexo, raza o religión... Así que no olvidemos nunca que somos lo que sentimos y no lo que aparentamos y que exactamente lo mismo les sucede a los demás.