La Reina Letizia se ha convertido en la mala en la película de la amplia familia real española, un relato negativo jaleado en tertulias, papel-cuché, ecos de sociedad y comidillas varias. Se le atribuye haber separado a primos entre sí, a nietas de sus abuelos, etcétera. Pero la Monarquía ha aguantado por ahora la mayor crisis de su historia, que a punto estuvo de sacarla de escena, gracias al cortafuegos abierto para separar la familia estricta-estricta (Rey, Reina, Princesa, Infanta) de la extensa (resto), en la que habían aflorado conductas que iban de lo impropio al Código Penal. Dicho sea sin fervor alguno: la familia-resto debería agradecerle haber contribuido, con un indomable instinto de clase media que sabe solo subir y se agarra a la arista, a evitar el desahucio familiar. Y en cuanto a las comidillas, ¿cuánto hay todavía en el fondo de desprecio clasista del origen humilde?