Si se busca la significación que tiene la palabra "diálogo" en el Diccionario de la RAE, se encuentran ciertas acepciones que son aplicables a las conversaciones que vienen manteniendo últimamente el PSOE y Podemos con vistas a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno de España. En efecto, el diálogo es una plática alternativa entre los dos equipos negociadores para manifestar sus ideas sobre el programa político del candidato para obtener la confianza (sería la acepción 1). Pero diálogo es también la discusión o trato en busca de la avenencia en los puntos en los que están alejados (en el sentido de la acepción 3).

Por lo que ha trascendido, hay que suponer que, en sus dos últimas reuniones, tales equipos dedicaron alrededor de nueve horas para dar a conocer recíprocamente sus ideas sobre la investidura. Lo que ya no está tan claro es que el largo intercambio de ideas se tradujese en una discusión en busca de avenencia, más bien parece que fueron monólogos paralelos que nunca se encontraron.

Y claro, si hay dos equipos que conversan durante muchas horas, exponiendo cada uno de ellos sus ideas sobre el apoyo a la investidura y no se logra ningún avance, el propio Diccionario de la RAE nos ofrece, entre otros, dos adjetivos para calificarlo: o ha sido un diálogo de sordos o de besugos.

Habrá sido de "sordos" si los interlocutores no prestaron unos a otros la atención debida, y lo habrá sido de "besugos" si las posiciones encontradas carecían de coherencia lógica. En este caso, parece que hubo de ambos tipos: unos querían gobernar en solitario de acuerdo con un programa, pero sin dar nada a cambio; y los otros, querían a toda costa que hubiera un gobierno de coalición a cambio de su apoyo.

Por parte del PSOE, Adriana Lastra valoró las negociaciones afirmando: "No vemos la salida. No hay vía para el acuerdo" y añadió: "Podemos tiene que reflexionar sobre lo que no se merece este país, que son nuevas elecciones. Y si va a permitir que haya un Gobierno progresista o va a impedirlo otra vez". "Nos sentaremos las veces que sean necesarias", concluyó.

En nombre de Podemos, Pablo Echenique señaló: "El PSOE no se mueve de su planteamiento de formar un Gobierno de partido único como si tuviera mayoría absoluta. Nos han dicho que si no aceptamos ese marco, entienden que no debe haber más reuniones". Y resumió la situación indicando que "Si no aceptamos un Gobierno solo del PSOE se levantan de la mesa".

Hay, al parecer, un punto coincidente entre las dos formaciones, que resumió Adriana Lastra: "Ellos han dejado claro que no quieren investidura gratis. Nosotros tampoco. Queremos un acuerdo programático".

En los momentos en los que estoy escribiendo, es muy difícil pronosticar si habrá incluso sesión de investidura o si, en caso de haberla, ante la no obtención de la confianza el Rey disolverá las Cortes y nos convocarán a nuevas elecciones.

Lo que sí puede afirmarse es que los movimientos preliminares que viene dando Sánchez desde la investidura fallida hasta ahora se salen de lo sucedido en ocasiones anteriores.

Así, en esta ocasión, Pedro Sánchez ha sido todo menos impaciente: se ha tomado el trámite del nombramiento de presidente del Gobierno con la mayor parsimonia posible. Otra sorprendente actitud del presidente en funciones es que, en lugar de dedicar todo este dilatado tiempo a la inaplazable tarea de conversar con los grupos políticos con representación parlamentaria a los efectos de pactar el programa político con el que obtener la confianza de la Cámara, lo ha "malgastado" reuniéndose con los sindicatos y demás asociaciones ciudadanas para formular algo más de trescientas propuestas.

Y digo "malgastar", en el sentido de desperdiciar el tiempo, porque la simple lectura del artículo 99 de la Constitución pone claramente de relieve que es con los grupos políticos con representación parlamentaria, y no con los agentes sociales y asociaciones ciudadanas, con los que debe negociar el programa de investidura.