Aparte, querida Laila, de los llamados poderes fácticos, a los que se atribuye el poder real, son el PSOE y el PP los que están contentos con las nuevas elecciones, lo confiesen o no. Los empresarios, la banca, el Ibex 35 y aledaños ya lo han manifestado con claridad, el PSOE trata de ocultar su satisfacción y el PP no puede evitar que se le note su gozo.

Pedro Sánchez ha hecho sus deberes y no ahorró esfuerzos en obstruir cualquier tipo de acuerdo o pacto con la izquierda para conseguir su gran objetivo estratégico: restaurar lo substancial del bipartidismo, donde PSOE y PP se mueven como pez en el agua y se aseguran su papel preponderante y el máximo respeto y consideración de los amos. Para ello necesitan dejar fuera de juego a los partidos, grupos y formaciones, digamos del universo Podemos, incluida la nueva IU, que tomaron la bandera del 15-M. Aquel gran movimiento cívico y democrático en el que la ciudadanía manifestaba no sentirse representada por los políticos y las instituciones, denunciaba la casta, rechazaba el modelo bipartidista, aspiraba a cambiar el régimen reformando la Constitución y, mientras esto no se conseguía, se organizaba en mareas de distintos nombres y colores para luchar por las cosas de comer: la sanidad, las pensiones, la educación, la igualdad, etc.

El PP, que sufrió el mayor descalabro por la septicemia de la corrupción, que afectó a prácticamente a todos sus órganos vitales, hubo de recurrir a un cachorro advenedizo, como Pablo Casado, que tuvo la suerte del principiante y, a pesar de su levedad, logra transitar de la pura resistencia a la posibilidad de restauración dejándose querer y consigue evitar el sorpasso de su oponente principal en la derecha, Albert Ribera, que había sido promovido, como suplente, ante la posible desintegración del PP. Pablo ha de estar muy agradecido a Pedro y muy pronto podremos constatar como estos dos, y Alberto si resiste, se dan la mano para seguir con el juego del alterne.

Parece claro que la estrategia de Pedro, con la más o menos tácita anuencia de Pablo, va ganando la partida. Por sus propios méritos y por los deméritos de sus oponentes, que se desangran con las divisiones, se descafeinan con sus presuntas adaptaciones al sistema y se desorientan con su inestabilidad y sus tropiezos, tan propios de la infancia y de la bisoñez. Veremos, pues, como por España, su unidad, la estabilidad, el sentido común e incluso por la crisis que se viene encima, Pedro y Pablo „de no poder ser Alberto„ harán acuerdos y pactos, tácitos o expresos, que tratarán de instaurar un modelo, lo más próximo posible, al bipartidismo del régimen del 78 (el que, tú sabes, yo llamo del 81).

Como ves, querida, los del régimen del 81 se imponen y hasta puede que logren cierta apariencia de estabilidad durante un tiempo. Y la verdad es que, a los de a pie, podría darnos igual, si no fuese porque este personal, con sus subordinaciones y su corrupción crónica, no tiene ni capacidad ni intención política de encarar y arreglar problemas que afectan a nuestras "cosas de comer": las malditas reformas laborales, la precariedad, la pobreza, la equidad fiscal, la educación y sanidad públicas, las cobertura a la dependencia, la dignidad de las pensiones, la violencia machista, la igualdad de genero, la inicua ley mordaza, la pervivencia del franquismo y del nacional-catolicismo y tantas cuestiones que afectan a las mayorías.

En definitiva, querida, si como parece Pedro se sale con la suya, a los de a pie, a la inmensa mayor parte de la ciudadanía, solo nos quedan dos opciones: o volver a la calle con nuestras mareas de colores y con mayor contundencia o, simplemente, la penuria. En todo caso, tiempos duros.

Un beso.

Andrés.