Les deseo buena jornada, señoras y señores. Hoy voy a tratar de ser conciso, que a la hora de escribir estas líneas aún no me he aireado, y esa siempre es una estupenda manera de ocio, de actividad física y hasta de socialización. Supongo que ustedes, por ejemplo en el estupendo balcón al mar de la ciudad, ya saben de las bondades de todo ello, y lo practican. Pero, por si acaso no fuese así, aquí queda esta loa a tal tipo de actividad, y una encomienda muy personal de que lo prueben.

Además, eso de andar, moverse, correr o ir en bicicleta se puede hacer todo el año, al menos en climas suaves como el nuestro. Ya saben que a mí me apasiona la lluvia, y que correr envuelto en el orballo en el bosque húmedo es, a mi entender, un gran placer. Pero si a ustedes no les gusta así, basta proveerse de un pequeño adminículo como un paraguas, o un chubasquero, y darle a la caminata. No solamente su salud se lo agradecerá, sino su estado de ánimo, su mejor forma de conciliar el sueño y muchos más aspectos de lo cotidiano. Quien nos iba a decir, en este mundo posmoderno y líquido de tantas sofisticaciones rayanas en la verdadera tontería, que lo más simple y barato fuese a ser lo mejor.

Insisto en el tema de la lluvia y el tiempo atmosférico, porque el mismo está ligado a la época del año en la que nos encontremos, y no podemos obviar que ya, en un par de días, tendremos con nosotros al otoño. No me voy a explayar ahora en lo mucho que me gusta, porque llevo dos o tres columna tocando tal cuestión, pero vuelvo a pedirles que lo vean con buenos ojos. Y que lo disfruten, por supuesto.

Con el otoño ya llegó también el curso académico, y no solamente en los niveles más bajos. La Universidad ha echado a rodar ya su maquinaria y, con ella, todo lo asociado al inicio de curso. Hemos hablado más veces aquí, con un par de artículos específicos, sobre el tema de las novatadas. Y hoy, a tenor de una actualidad en la que ha habido denuncias, expulsiones temporales de alumnos maltratadores de sus Colegios Mayores, y mucho debate social, retomo el tema. Será brevemente, pero no podemos dejar de sumarnos a la ola de opinión que pide la erradicación de tal forma de abuso y violencia, sin ningún tipo de matiz.

Ya les conté otras veces que lo pasé mal con las novatadas. Yo no sabía ni que existían. Había dejado "Zalaeta" con Matrícula de Honor y mucha ilusión en una carrera por estrenar. Y, por expediente, tenía una beca para alojarme prácticamente gratis toda la carrera e incluso el doctorado en un buen Colegio Mayor de la Universidad de Santiago: el San Clemente, en el Campus Universitario. Allí me llevó mi familia. Recuerdo un día mágico, bonito, no exento de nostalgia. Mis padres, mi hermana mayor y mi cuñado me dejaron allí. Hoy, mirando atrás, veo que tres de ellos ya no están. El paso del tiempo...

La noche ya fue un infierno. Yo no sabía de qué iba aquello, y tuve que aprender sobre la marcha. Durante días y días, acoso y más acoso, con la anuencia o la omisión de las autoridades universitarias de por aquel entonces. Conseguí que a mí ni me tocaran, pagando el precio de ser rechazado y despreciado por buena parte de los chicos „no había entonces chicas allí„ que convivían conmigo. Pero el día que vi a mi compañero de habitación, que había cursado conmigo estudios en el Instituto y al que yo apreciaba mucho, lloroso y regresando en calzoncillos a la habitación, jaleado por todos, estallé. Les cerré la puerta en las narices y les dije lo que pensaba de ellos. En medio del tumulto, bajé a la entrada del edificio y llamé por teléfono a la casa del Director, que se personó allí. Y fue el comienzo de una época dura que, como digo, me hizo daño. Y que, por supuesto, afectó tanto a mi rendimiento personal, como a decisiones que tomé más tarde.

Y es que, el curso siguiente, cuando prácticamente todo estaba resuelto y la práctica totalidad de los colegiales me apreciaban, decidí marcharme. Renuncié a aquello que me había ganado, mi beca y mi plaza. No fue exactamente por las novatadas, sino por mi visión negativa global de vivir allí, pero estas y la hostilidad por rebelarme contra ellas frontalmente, minaron mi voluntad, en una decisión que hoy lamento. Y comencé a ir y venir cada día de Coruña a Santiago, perdiendo tiempo para el estudio y para todo eso que significa vivir tal etapa en un lugar tan mágico como Santiago, y que no tuve. La carrera fue muy bien, pero estoy seguro de que si hubiese estado allí, muchas cosas hubieran ido de otra manera.

Las novatadas no son bromas. Es abuso. Las bromas te las hace quien tú quieres, por estima. Y que un extraño te tire al suelo, te embadurne con dentífrico o que, completamente borracho, te haga salir a bailar la conga por la noche desnudo en el Campus, no es una broma. En absoluto. Sin embargo muchos hoy respetables médicos, abogados, jueces, profesores universitarios y prohombres de nuestra Galicia participaron en tal barbarie, algunos de forma muy destacada. Un verdadero aquelarre donde una gran ingesta de alcohol siempre iba aparejada a los malos tratos descritos. Ustedes verán. Yo quizá sea más aburrido „según para quién„ o mi estado de ánimo sea más plano, no como una montaña rusa con enormes subidas y bajadas, pero desde que era muy joven condené tal brutalidad, y veo que ahora, por fin, la sociedad empieza a adoptar una lógica parecida.

No a cualquier tipo de violencia. Sí al respeto, por encima de todo. Un joven fuera de casa por primera vez puede ser algo frágil, según para qué. Y en mí, sin duda, algo se rompió enfrentándome a todo aquello.