El interés de las tertulias deportivas se centra estos días en dos asuntos. Uno, la proliferación momentáneamente exitosa de futbolistas adolescentes. Y otro, el necesario tiempo de adaptación a nuestra forma de jugar de fenómenos contratados a precio de oro en mercados internacionales. Respecto del primero de los asuntos, la opinión mayoritaria es que habrá que esperar un tiempo prudencial hasta que cuajen las expectativas sobre su rendimiento. La competición es muy exigente, abundan en ella futbolistas veteranos que se prodigan con gran dureza y no hay piedad ni conmiseración con quienes, en otras actividades, son conocidos como niños prodigio. En ajedrez, tuvimos uno llamado Arturito Pomar que fue capaz de imponerse en el tablero a jugadores mucho más experimentados. Y en la llamada canción española a Joselito y Marisol que alcanzaron notoriedad internacional y actuaron ante audiencias millonarias. A Joselito, que no se desarrolló normalmente, sus mentores le obligaron a ejercer de niño hasta que le cambió definitivamente la voz. Luego, el pequeño ruiseñor, tuvo una madurez complicada y se vio en vuelto en un feo asunto relacionado con las drogas hasta que se ubicó definitivamente en su pueblo natal, Utiel, para dedicarse al cultivo de viñedos. En cambio, Marisol (Pepa Flores en el carné de identidad) pasó de niña graciosa a mujer bellísima y supo encauzar con éxito su carrera artística. El salto de la niñez a la madurez siempre es azaroso, más aún en el caso de los niños prodigio, y no son pocos los que en ese trance se rompen la crisma. Por lo que toca al fútbol, solo conocimos el caso de uno que haya confirmado las expectativas que había alimentado ya desde la infancia. Y se trata, es fácil de adivinar, del argentino Leo Messi, que juega en el Barça y está considerado oficiosamente, como el "mejor futbolista de la historia". Claro que, su caso, como el de su compatriota Maradona, es un caso excepcional. Ambos fueron, desde la infancia, un prodigio con la pelota en los pies. Y lo siguieron siendo al llegar a la edad adulta, si bien Messi lo hizo con ejemplar naturalidad mientras Maradona caía en el vicio del consumo de drogas y desperdiciaba lamentablemente los últimos años de ejercicio profesional. En los medios, que gustan siempre de hacer comparaciones imposibles, se especula ahora sobre el porvenir de unos nuevos niños prodigio que acaban de llegar a nuestro fútbol. Uno, João Félix, portugués, juega en el Atlético de Madrid y ha costado 126 millones de euros; otros dos, Vinicius y Rodrigo, son brasileños y tienen ficha en el Real Madrid; y el cuarto, guineano naturalizado en España, Ansu Fati, de 16 años, ya ha jugado como titular en el Barça. Los cuatro despertaron de inicio una gran expectación mediática, pero es fácil suponer que no todos ellos „acaso ninguno„ responderán a los exagerados buenos augurios del principio. En cuanto al obligado periodo de adaptación al fútbol español de los fenómenos contratados a precio de oro, hay que decir que se trata de otro camelo. Que yo recuerde Kubala, Di Stefano, Kopa, Puskas, Sánchez Lage, Bebeto, Pereira, Leivinha, Mauro Silva, Rivaldo, Ronaldo y un largo etcétera no necesitaron de ese tiempo de adaptación y jugaron a gran nivel „el suyo„ desde que desembarcaron aquí.