Decimos "clítoris" como un griego decía "kleitoris", aunque él sabía a qué "pequeña montaña" se refería, conocedor de la toponimia menor de la vulva. "Clítoris" viene pasando de boca en boca desde Grecia a lo largo de 2.500 años y ha llegado casi intacta a nuestra lengua. Es un cultismo, lengua intelectual al alcance de pocos y exquisitos.

La primera vez que oí decir "clítoris", lo más clásico que me sugirió fue Astérix (1959 d.C.), como si fuera el nombre de un personaje de la irreductible aldea gala. No sugería nada pendiente, clivoso o que se puede medir con clitómetro, el instrumento que mensura las cuestas. Tampoco lo relacioné con clímax, que es el punto más alto de la pendiente y la cima del orgasmo que se fabrica en el clítoris. Ni idea de lo que nombraba: no conocía la toponimia menor de la vulva, de la que tenía una vista aérea en una revista. Por la palabra supe de la existencia de una realidad que no conocía, como sabía que existía la URSS, pero no la conocía, según ejemplo de entonces. La URSS ni existe ni la conocí.

Hay un juguete sexual de éxito llamado "succionador de clítoris". No he podido probarlo por una discapacidad física, pero no creo que eso impida que hable de él. "Succionar" es chupar. El objeto estimula en seco. Y succionar también es "absorber", que es "atraer" y "retener", que no siempre devuelve, lo que aplicado al sexo da grima.

El producto tiene un nombre comercial mejor, porque el juguete ha de tener fantasía desde el nombre. Los jugueteros no llaman a la casita de juegos "caja de plástico de colores donde caben dos niños". Pero urge encontrar un término popular que acabe con el doble cultismo "succionador de clítoris". Si tuviera imaginación y una columna propondría uno.