Su nombre aparece en todos los textos, titulares, especulaciones. No quisiera que este título insinuara connotaciones con los versos de Luis Cernuda ni con la novela de Joaquín Leguina que inspiró la película de Pilar Miró. Pero el caso es que el nombre del politólogo Íñigo Errejón copa las noticias políticas de estos días en los medios españoles de comunicación. Las expectativas por su vuelta a la política nacional acaparan la atención y las conjeturas, los sondeos y las sinrazones. La política española, a los hechos me remito, es más personalista que programática.

Si ya eran cinco las formaciones que aspiraban a disputar el protagonismo de la política nacional, llegó Errejón y envenenó los sueños de unos y las fobias de otros. Y los temores de muchos. Por la izquierda porque auguran que divide. Por la derecha porque deducen que altera el equilibrio. Para unos su irrupción dispersa votos. Para otros da fuerza a los contrarios. Las especulaciones ponen de los nervios a ambos bandos. ¿O ya son bloques?

Los primeros sondeos realizados tras anunciar Más País su presentación a los comicios del 10 de noviembre señalaban una tímida presencia de la agrupación errejoniana en las futuras cámaras de representación. Casi exclusivamente se teorizaba con la referencia del cofundador de Podemos y diputado en la Asamblea de Madrid. Y era común su referencia a que "estaba cantado" que Errejón no se resistiría a quedarse en la política regional.

La situación comenzó a cambiar cuando sus partidarios iniciaron su marcha y fueron contactando con formaciones cercanas o afines de otras comunidades. Cuando se anunció que se presentarían en circunscripciones donde viesen posibilidad de lograr representante, escaño. Cuando señalaron que buscarían los votos que la izquierda despilfarraba como residuos por la ley D'hont.

Siguieron los analistas con sus conjeturas respecto a si favorecería o no a la abstención, si robaría votos a socialistas y podemitas o si animaría a votar a presuntos acomodados del centro derecha o de la derecha. La confusión que se presumía de adhesiones más o menos radicales al proyecto aumentaba las conjeturas. Mientras tanto su nombre invadía tertulias y tribunas.

Pero "el niño" se había hecho mayor y se iba haciendo un hueco entre las jóvenes cabezas de partido que no habían deshecho el bloqueo de la pasada legislaturina. La cincomesina. Cada día Errejón añadía partidarios a su zurrón y las encuestas iban cambiando poco a poco sus culebrillas en las tablas estadísticas y sus columnas de escaños. Los incorporados manifiestan que se presentan para combatir la abstención fruto del fracaso de las negociaciones de los últimos meses. Mientras tanto entre los negociadores la contención intenta tapar el temor a la pérdida de votos.

Y en el bloque contrario una nebulosa invade terrenos no esperados. En el partido mayoritario, mientras una tenue moderación preside las declaraciones de sus dirigentes nacionales, algunos líderes regionales incitan al recuerdo franquista. Y parecen confirmar los argumentos de la ultraderecha. Al tiempo, la formación naranja abandona el veto al líder socialista y anuncia que podría negociar un pacto si el todavía presidente del Gobierno en funciones cumple determinadas condiciones. Mientras, Más País es una incógnita.

Cuando compongo estas líneas la evolución de la precampaña viaja por vías de moderación. Surgen indicios de desbloqueo. Los socialistas podrían crecer algo, los podemitas menguan y la nueva formación va incorporando disidentes de los anteriores. Crecerán también los populares a costa de centristas y la ultraderecha. Dos expresidentes buscan improbables coincidencias. El equilibrio se podría descompensar si los errejonistas absorben votos de todos los demás. Es posible. La ley electoral la enmarañan los residuales.

Un nombre envenena las especulaciones y los sondeos.