Escribo desde Nueva York, una ciudad que vive intensamente la decisión del partido Demócrata, que domina la Cámara Baja, de iniciar el proceso de impeachment o destitución del presidente Donald Trump, al margen de sus posibilidades reales de éxito en un Senado dominado por los Republicanos. Un individuo emprendedor ha montado un tenderete en Washington Square donde bajo una banderola de Impeach Trump vende chapas e imanes pidiendo la destitución del presidente y combinando así sentido de la oportunidad con opción política y capitalismo crudo.

Los Demócratas han cerrado filas en torno a la decisión de su líder, Nancy Pelosi, de ir adelante con el procedimiento cuando ha saltado el escándalo de Ucrania y ha tenido la pistola humeante en su mano. Para aprobar la destitución bastan 218 votos y ya hoy 224 congresistas están a favor del impeachment (todos Demócratas), 12 tienen dudas (también Demócratas), 143 están en contra (todos Republicanos) y otros 55 todavía no se han definido (todos también Republicanos). Pero aún hay noticias peores para Trump: según una encuesta de USA Today, 45% de los americanos apoyan su destitución frente al 38%, una cifra que sube cada día que pasa, y su popularidad ha bajado del 43% al 41%, incluso en estados que ganó en 2016 como Iowa, Michigan, Arizona, Ohio y Wisconsin. El tema divide a la sociedad americana en dos mitades con los Demócratas partidarios de ir adelante mientras que los Republicanos piensan como Trump que esto es una caza de brujas que recuerda el peor periodo del McCartismo. La polarización política y social nunca ha sido tan grande en los Estados Unidos.

La chispa que ha decidido a Pelosi a iniciar el procedimiento han sido las revelaciones de un soplón ( whistleblower) que al parecer podría ser un agente de la CIA destacado en la Casa Blanca. Su nombre no ha sido hecho público para irritación del presidente, que querría comérselo crudo. Según ha revelado, en una conversación telefónica del pasado mes de julio Trump habría pedido al presidente Zelenski de Ucrania que investigara las actividades de un hijo de Joe Biden (diplomáticos americanos redactaron una declaración que le habría comprometido públicamente a ello) y luego habría encargado del seguimiento del tema a su abogado Rudy Giuliani y al Fiscal General William Barr, que queda así a los pies de los caballos al ser utilizado en una sucia maniobra para perjudicar a un rival electoral. Y lo mismo acaba de pedir públicamente a China, en un arranque de chulería. No contento con ello, Trump ha tratado de involucrar al primer ministro de Canadá, Scott Morrison, para desprestigiar al fiscal especial Robert Mueller que investigó (sin hallar pruebas) una posible colusión de Moscú con el equipo de Trump para perjudicar a Hillary Clinton en las pasadas elecciones. Y por si fuera poco, entran también en escena Italia y un profesor maltés, Joseph Midsuf, que al parecer sabe mucho y que ha desaparecido... Este lío no ha hecho más que empezar. Abróchense los cinturones.

Trump ha negado la mayor, pero su comportamiento revela muchos nervios, tantos que ha retuiteado un correo que dice que el país vive un clima de guerra civil (!), un tema favorito de la derecha más recalcitrante, mientras insinúa que el soplón es un espía que merece la pena de muerte, y llama "escoria" y acusa de traición al congresista Adam Schiff que dirige el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes que coordina el trabajo de los otros comités que también investigan. También ha llamado "deshonestos" y "corruptos" a los Demócratas que piden su destitución. La Cámara ha citado para declarar a Giuliani y a Mike Pompeo que estuvo presente durante la conversación telefónica con Zelenski. Le quieren preguntar lo que su departamento sabía de esta diplomacia paralela con Ucrania y las razones por las que primero se bloqueó y luego se desbloqueó una ayuda militar de 391 millones de dólares a este país. Kurt Volker, el primero en declarar, ya ha dicho que a los diplomáticos les parecía "una locura" vincular este asunto con la campaña electoral del presidente. La Cámara amenaza ahora con citar a la Casa Blanca si no le da toda la información que posee sobre la conversación Trump-Zelenski, guardada en un archivo especialmente secreto porque ya debían de pensar que hacían algo turbio...

En la investigación abierta puede suceder como con las cerezas: que tirando de una se arrastran otras porque son muchas las cosas originales que hace este presidente que parece considerarse por encima de la ley. La atmósfera en Nueva York es expectante y tensa, aunque no haya que confundirla con lo que piensa la América profunda..., que es muy, muy profunda. Pero cuando el río suena es porque agua lleva y de hecho el líder de la mayoría Republicana en el Senado, Mitch McConnell, ya ha dicho que no ve forma de parar el juicio a Trump en el Senado si la Cámara de Representantes vota el impeachment.

Nueva York disfruta estos días un otoño suave, pero en Montana acaba de caer un metro de nieve. Quizás sea una alegoría de lo que puede pasar. Porque si no pasa, la opinión dominante en Nueva York es que a pesar de todo, Trump tendrá muchas posibilidades de ser reelegido porque su base republicana aún se mantiene muy firme. Al menos por ahora. Pero aún falta mucho para las elecciones y muchas cosas pasarán de aquí a entonces. Entre tanto, la prestigiosa jueza del Tribunal Supremo Ruth Bader Ginsburg ha caracterizado como "una aberración" el momento que vive la política norteamericana.