Ni siquiera Donald Trump, ejemplo perfecto de la ignorancia interesada, niega ya que el planeta esté pasando por un proceso acelerado de calentamiento global de consecuencias catastróficas. La preocupación ciudadana se ha generalizado de manera comparable a la aceleración de los cambios y nada lo prueba mejor que las protestas de los jóvenes en todo el mundo que han llevado incluso a la intervención de una activista adolescente ante la asamblea de la ONU. Se trata de un gesto de valor mediático muy a tono con el carácter que ha tomado la política hoy porque lo que deberían hacer los organismos internacionales es limitar de forma eficaz las emisiones de gases contaminantes y no promover actuaciones para la galería. Pero seguimos esperando que se cumpla el acuerdo tomado en París en la conferencia de 2015 en la que cerca de 150 Estados pactaron negociar un nuevo plan de lucha contra el cambio climático que fuese vinculante para todo el planeta. Hasta 195 países firmaron el acuerdo en los meses sucesivos pero pocos ignoran que el presidente Trump retiró a los Estados Unidos del compromiso dos años después.

La situación actual es mucho peor en realidad que la imagen generalizada de un cambio que afectaría sobre todo a la subida de las temperaturas y el deshielo de los glaciares. Un artículo publicado en la revista Science por Rebecca Chaplin-Kramer, investigadora del Natural Capital Project del Woods Institute for the Environment en la Universidad de Stanford (California, Estados Unidos), y sus colaboradores presenta un modelo de escala detallada acerca de cómo está afectando el cambio global al sustento que proporciona la naturaleza a los seres humanos. Los autores se han centrado en varios parámetros que definen las necesidades de las personas como son la calidad del agua, la polinización de los cultivos o los riesgos que corren las poblaciones que viven cerca de las costas marítimas y las conclusiones respecto de lo que cabe esperar en el futuro próximo son aterradoras. Porque el modelo predice que, en todos esos aspectos, allí donde las necesidades afectan a un número mayor de personas es donde la capacidad de la naturaleza para satisfacerlas está disminuyendo a un ritmo más elevado. Hasta cinco mil millones de personas, como sostienen Chaplin-Kramer y colaboradores, se enfrentan a una contaminación alta del agua y a una polinización insuficiente para garantizar las cosechas necesarias. Con el añadido de que las consecuencias de tales carencias pueden aparecer mucho antes de lo que las predicciones comunes del cambio climático establecen.

La única clave positiva del modelo es que, en un escenario de desarrollo sostenible, las amenazas podrían reducirse en un factor entre 3 y 10. Pero, hoy por hoy, ¿hacemos algo para lograr semejante sostenibilidad?