Números, resultados, crecimiento trimestral. Todo lo demás, baladí. Utópica tarea la de convencer a aquellos que ordenan y mandan. Paso efímero por el poder, desprecio absoluto a los que reivindican en la calle.

Pues ellos, los elegidos, serán juzgados en los despachos al más puro estilo liberal. Cómo se encontraron las cuentas al llegar y cómo las dejarán al irse. Convertir las mil monedas heredadas en diez mil. Cuantiosos beneficios para todos los que se juegan sus cuartos creando empresa.

Sin preocuparse por los de abajo, siempre los indicadores al alza, cueste lo que cueste. Solo así serán recordados como triunfadores sobre el gobierno que preceden. Republicanos, demócratas, o pertenecientes a la sugestiva oda al capitalismo que tienta al sudeste asiático.

Ahí está la línea de flotación. Ahí es donde hay que concienciar. Déjense de multiplicar exponentes, da igual que sean la flamante primera nación. No habrá futuro ni tierra en la que vivir. El momento es ahora, no después. Claro que importan esos vertidos en el agua y esos árboles quemados. Puede que a ustedes les dé lo mismo, navegando en sus exclusivas barcazas acorazadas cuando suba el nivel del mar. Cuando las olas de plástico devoren las contaminadas ciudades del proletariado y nos vendan quiméricas hipotecas en la Luna o en Marte.

¿Podrán mirar a los ojos de sus nietos cuando vean en qué han convertido el planeta azul de antaño?