Después de varios años ausente, la nueva alcaldesa restituyó la presencia del Ayuntamiento de La Coruña en la misa en honor de la patrona de la ciudad, la Virgen del Rosario. Aunque, por avatares político-protocolares se trató de restar importancia, el hecho tiene un valor simbólico relevante, como lo prueban las quejas de algunos miembros de la oposición (Marea y BNG), que han perdido la cordura en sus zangarrianas discursivas. El cargo de alcalde o alcaldesa es el más importante y representativo de la ciudad; por su origen (elección) y encarnar de modo ideográfico a todos los vecinos, sin distinguir de credos o creencias. Doña Inés Rey sabe que no puede ser una cuestión en sí misma, que el político cabal no puede permitirse ninguna licencia personal y que la mejor praxis se deriva de sus propias convicciones. El cargo de alcaldesa no es independiente de la persona y no se desprende de él en ningún momento. Ha sido un acierto restaurar la festividad de la patrona de La Coruña y sus tradiciones, aunque para ello deba dejarse al margen la quincalla política de quienes nos querían hacer ver que sus normas eran aceptadas por todos. Los populismos son como luces de los semáforos: van del rojo al verde, cuando no quedan pasmadas en el ámbar.

El acuerdo entre el Ayuntamiento coruñés y la Xunta de Galicia, para la rehabilitación del mercado de Santa Lucía y la instalación del centro de salud, no debe demorarse y ha de huir de cualquier tiquismiquis personalista. Hay que abreviar los procedimientos, una vez producida la entente, y poner de manifiesto la voluntad política existente para que tan importantes servicios de interés general queden a disposición del vecindario.