Cuando arrancaron los premios Príncipe de Asturias, no era seguro que la monarquía fuera a durar. Se había inventado el término "juancarlista" para evitar o disimular el de "monárquico", una palabra a la vez antigua y exótica que servía para definir el diario Abc y para etiquetar a los Ánson, a las señoras más fetén del barrio Salamanca de Madrid y a sus imitadoras en provincias.

El príncipe Felipe leyó su primer discurso en la entrega de los primeros premios Príncipe de Asturias seis meses después del intento de golpe de Estado de Tejero, Milans y Armada.

A partir de que un príncipe lee un discurso hay que hacerse a la idea de la sucesión dinástica. Puede ser rey porque los reyes hacen sus cosas y leen discursos. De su importancia desde los tiempos de la retransmisión habla El discurso del rey, la película que cuenta al tartamudo Jorge VI del Reino Unido.

El "juancarlismo" acabó el siglo XX, siguió y la sucesión dinástica pudo ser en el siglo XXI „aunque de forma accidentada (cadera rota), exótica (cacería en Botsuana), adultera (Corinna, la amiga del Rey) y dispendiosa (en el corazón de la crisis económica)„ merced a la inevitable colaboración del bipartidismo „cuando este ya no era inevitable„ que habló por el móvil y en penumbra a tal fin. El príncipe de Asturias, Felipe de Borbón y Grecia, pasó a ser Felipe VI y Leonor Borbón Ortiz, a princesa de Asturias, un título con premios.

Puede que vivir como un rey sea estar domiciliado en palacios y puede que incluya cazar en África, amar a aventureras internacionales y carecer de problemas económicos y de responsabilidad penal, pero la monarquía se ejerce siendo Rey, con la ayuda de la imagen y el sonido que trasmiten RTVE y un montón de traductores e intérpretes de cada gesto y cada silencio, estrechando manos en decenas de recepciones, cumpliendo requerimientos constitucionales, y, sobre todo, leyendo discursos antes de la cena de Nochebuena y en ocasiones especiales. Hoy, la princesa Leonor entra en la edad de locución.