El clima electoral se aviva y, simultáneamente, las ideas políticas se desmadran. Los candidatos, en su encendida verbosidad, son capaces de expresar, con el mismo énfasis e igual rostro, la verdad y al mentira, en frases de impacto carentes de sentido. Los partidos "emergentes" han envejecido políticamente y sus cuestionados líderes, Rivera e Iglesias, se mueven en espasmódicos vaivenes, cuya falta de sensatez y agudeza en el juicio, les lleva a perder el sello del paisaje que respiran. Algo parecido sucede en Galicia. El PSdeG transita un camino balbuceante, que acusa la bisoñez de su líder, Gonzalo Caballero, ayuno de argumentos y aficionado a una didáctica que se acerca a los epítomes forenses. La Marea parece ir a su bola en cada provincia; en La Coruña, en su plataforma municipal, como arbotante del gobierno socialista; en tanto, el BNG mantiene en su fijación telúrica esencias de ruralismo, cuyo campo semántico merece el estudio de los etnógrafos. Nuestra alabastrina alcaldesa se ha plegado al pacto con En Marea, necesario para obtener la rectoría, pacto que no aporta modernidad al progreso, como hemos visto en la última legislatura. El PP, como consecuencia de la mentada alianza, ha quedado para vestir de franela, situación unidireccional, incompatible con el espíritu coruñés que se ahila y afina constantemente. Tiempo al tiempo.

Suerte al nuevo entrenador del R.C. Deportivo, Luis César; apuesta arriesgada de los dirigentes coruñeses, entre cuyas virtudes no está la paciencia. Si repasamos la nómina de preparadores que han pasado por Riazor posLendoiro, registraremos que la mayoría llegaron pasados de fechas.