Me da igual parecer el abuelo Cebolleta, pero en verdad os digo que hubo un tiempo en que nos fiábamos de las críticas literarias, cinematográficas, artísticas en general que leíamos. Gozábamos de nuestro crítico de cabecera. Sin embargo, hoy es todo percepción elevada a dictamen. Si a un llenalíneas cualquiera le gusta esto, resulta que esto pasa a ser estupendo. No se corta un pelo el mayor mindundi en escribir que esta obra es una obra maestra solo porque le ha gustado mucho. No tiene la deferencia de señalar que le gusta porque él tiene su biografía, sus aficiones, sus malos rollos o buenos con el arte, sus traumas, su edad. Lo que le gusta es y es: lo que no le gusta no es ni es. Si le gusta el hígado encebollado con merengue y chocolate caliente, se sienta a escribir que el hígado encebollado con merengue y chocolate caliente es el no va más. No que le parezca el no va más: es que va y dice que es el no va más. Así va a la crítica, desprestigiada y de la que no se fía nadie apenas. Qué ruina con la falta de distinción entre gusto y argumentos.

Leo en El País: "Una de las secuencias mejor escritas y rodadas de la historia de la televisión solo contiene en sus diálogos una palabra, repetida hasta 33 veces. Y es una de esas escenas en las que uno se da cuenta de que lo que está viendo es extraordinario. Durante cinco minutos, usando solo la expresión fuck ( joder) y sus capacidades de observación, dos policías resuelven una investigación en la escena de un antiguo crimen". Observen: "mejor escritas y rodadas" de la historia televisiva y extraordinaria. En ningún momento dice el crítico "me parece": solo sienta cátedra. De lo que habla es de la escena del fuck, en la serie The wire. Y sigue: "Es uno de esos momentos clave en el que si hasta entonces no se ha entrado en la historia, se entra". Porque tú lo dices, campeón. "Cinco minutos magistrales", añade. "La potencia que le dio a la escena es soberbia", nos ilustra e instruye el presunto crítico. Y cita al director: "Quería que fuera parecido a la secuencia de la ducha de Psicosis, donde todo estaba tan medido". Ole y ole. La línea de la historia del cine es la ducha de Psicosis y la escena del fuck. Miren: en los dos minutos finales de El tercer hombre ni se dice "joder" ni se dice ni una palabra, solo suena la música de Karas: un paseo de Alida Valli hacia un Joseph Cotten que aguarda. Sin embargo, se cuenta todo, absolutamente todo. Cine puro, en silencio.

Por estas mamonadas de maestrillo enterado muy pocos creen a la crítica y ha caído esta en el mayor desprestigio, hasta el punto de considerar a quienes la ejercen en plan duro unos resentidos frustrados. Que a alguien le parezca que unos tíos diciendo "joder" cinco minutos es la repanocha visual y guionística pues nada, pues muy bien, pues él mismo. Si yo dijese que Arturo Fernández repitiendo "joder, joder, joder" en mil escenas „como lo repitió„ es extraordinario, un guión magistral, el summum de la escena, me correrían a gorrazos. Si yo dijese que me hacía gracia Arturo con esas cosas, pues no pasaba nada, echa un culete y listo. Insisto y voy acabando: lo que a mí me parece no es necesariamente lo que es. Además, hay que ilustrarse un poco antes de darle a la tecla. El poeta Rafael Alberti recitaba en sus giras literarias el verso "Deme una limosna, por el amor de Dios", dicho con humillación, exigencia, dando pena penita pena, rogando, en voz alta o en murmullo. Me parecía muy guay. Pero no recuerdo que nadie considerase aquella actuación una obra maestra. Estaba bien, te reías, pero no era Macbeth.