En lo económico, un triunfo del secesionismo habría sido devastador para España y para la propia Catalunya. En lo político, habría disparado en el Estado un agreste nacionalismo (el simple intento ya lo hizo nacer). El procés, que se cargaba el imperio de la ley, base de cualquier democracia, era, así, una aventura insensata, movida por una épica fuera de tiempo o espacio y con potencial efecto desestabilizador en toda la UE. Esa enorme gamberrada histórica es el contexto de los hechos que el Tribunal juzgaba. El monumental texto de casi 500 folios hace una formidable anatomía de los hechos, analiza cada episodio del juicio, responde a cada objeción planteada (con la vista puesta en Europa), afronta las excusas ideológicas y aplica la norma penal con tino. Pero será el pretexto para recargar las pilas de victimismo y autoflagelación del nacionalismo catalán, que había perdido fuerza.