Tras las anunciadas y, por tanto, consabidas reacciones por parte de los independentistas ante la sentencia del Tribunal Supremo, para bastantes juristas muy suave al condenar por sedición a los impulsores del procés, la portavoz de la Generalitat, Meritxell Budó, ha valorado las algaradas y las cargas de los mossos contra los manifestantes aplaudiendo ambas. Puede que la señora Budó, o quienes le ordenaron decir tal cosa, crea que de semejante manera se apuntan a la estrategia de la equidistancia pero lo que se concluye al oír semejante defensa a la vez de una cosa y la contraria es que al Govern no le importe ya navegar por aguas propias del marxismo (el de Groucho, claro, no el de Carlos). Nadie que sea adicto a las películas maravillosas de los hermanos Marx y piense en la genialidad conceptual de aquella, jamás pronunciada en escena alguna, de que "estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros", dejará de recordar la salida de la portavoz Budó para guardarla en el baúl de los recuerdos mejores.

Hasta la propia protagonista de la alabanza a los levantiscos y a la policía se dio cuenta del disparate porque, a continuación, intentó justificarlo diciendo que las fuerzas de seguridad habían cargado para proteger a los manifestantes. Por esa línea argumental se llega a la conclusión de que Stalin exterminó a buena parte de los ciudadanos soviéticos para que no sufriesen más pero, claro es, llegado semejante alarde de equidistancia, lo suyo es preguntarles a los propios insurrectos. En particular al que perdió un ojo en lo que la señora Budó calificó de concentraciones y manifestaciones que se produjeron de manera masiva, cívica y pacífica. Tal y como habrá podido comprobar cualquiera de los que hayan visto las grabaciones de los cortes de carreteras o del asalto al aeropuerto de Barcelona.

Resulta curioso el empeño de los protagonistas del procés de negar la violencia habida cuenta de que, como explicó Fidel Castro, es imposible hacer una tortilla sin romper antes los huevos. De hecho, los intérpretes soberanistas de la sentencia del Supremo sostienen que incluso el alto tribunal reconoció que no había habido actos violentos, cuando lo que argumentaron el juez Marchena y sus compañeros del tribunal es que los hubo, pero no sirvieron para establecer la independencia. Algo que deberían tener muy en cuenta quienes estos días repiten una y otra vez que lo volverán a hacer. ¿De la misma manera o dando una vuelta de tuerca más? Mientras haya una portavoz dispuesta a proclamar la bondad de todos los actos, los de los mossos y los de quienes les lanzaban cosas, la escalada queda garantizada. Lo malo vendrá cuando, por el bien de los manifestantes, o de los policías tal vez, haya alguna desgracia irreparable. Si están todavía Torra en la presidencia y Budó en la portavocía, será cosa de disfrutar del nuevo ejercicio de equidistancia.