Hace unos días me recomendaban, si vas por tal carrera vigila, especialmente si es de noche, hay muchos jabalíes. Es obvio que nadie en su sano juicio puede defender que se exterminen los jabalíes, pero sí que se controle como Dios manda su población, calculada en más de un millón de cabezas por los censos oficiales, una barbaridad. Y, sobre todo, que se arbitren medidas eficaces para que no salgan de sus hábitats naturales, que nunca pueden ser las calles de una ciudad o un pueblo, las fincas particulares o las zonas verdes municipales, ni por descontado las carreteras por las que transitamos.

No hay aquí alternativa diferente, y mucho menos esa de continuar con la estúpida dejación en la que estamos instalados, como consecuencia de una disparatada interpretación maximalista de la protección de los animales. La caza ha sido desde tiempos inmemoriales la encargada de regular los delicados equilibrios entre ellos, precisamente para salvaguardar la propia conservación de las especies y la biodiversidad. La normativa también precisa las piezas susceptibles de actividad cinegética, en cupos que la autoridad disponga dependiendo del número de ejemplares existentes y a sacrificar en la forma y lugar que mejor se establezca, para garantizar así la pervivencia misma de estos animales. La infracción de este marco legal lleva aparejado hasta reproche penal, como saben los cazadores.

Si no ponemos coto a este severo problema, nos vamos a encontrar pronto con desgracias de las que nadie querrá hacerse responsable. Y esos culpables existen, y son las autoridades autonómicas sobre caza y fauna „y sanidad, por el asunto de las infecciones„; los ayuntamientos competentes en la seguridad de los espacios públicos y la administración titular de las vías al no asegurar unas básicas condiciones de circulación. La imprudente omisión de esas obligaciones está facilitando estos temerarios garbeos de los jabalíes por las proximidades de nuestros hogares, convirtiendo en un peligro vivir en ellos.

O se cazan estos mamíferos o se alejan como es debido de los ciudadanos. De no hacerse ni una cosa ni la otra esto terminará como el rosario de la aurora, y si no al tiempo.