A lo largo del último millón de años nuestro planeta sufrió numerosos cambios climáticos que dieron lugar a una sucesión de periodos glaciares, con temperaturas muy bajas „un promedio en el norte de Europa de dos grados bajo cero anual, no en invierno„, y periodos interglaciares, en los que se alcanzarían al menos cinco grados más que los actuales. En el colegio nos enseñaban que hubo cuatro grandes glaciaciones, Günz, Mindel, Riss y Würm „que toman sus nombres de afluentes del Danubio„ pero en realidad se dieron muchas más alternativas.

Mediante el análisis de los isótopos del oxígeno detectables en las conchas fósiles de los sedimentos marinos se pueden detectar las épocas en las que el frío hizo que se depositaran grandes cantidades de oxígeno, 16 en los glaciares terrestres, aumentando de forma proporcional el oxígeno, 18 en las aguas de los océanos, y viceversa. El estado de los isótopos O18/O16 (MIS en las siglas en inglés correspondientes a marine isotope stage) permite establecer la secuencia de esa sucesión de cambios climáticos y, así, la glaciación Würm, la primera de las cuatro grandes que tuvo lugar hace 850.000 años, lleva la etiqueta de MIS 22. El interglaciar que le siguió es el MIS 21. La glaciación Mindel es el MIS 12, así que hubo diez alternativas de épocas frías y calientes entre Würm y Mindel; 22 cambios hasta hoy en ese millón de años y 44 en total si consideramos el conjunto del Pleistoceno, el periodo que abarca los últimos 2,5 millones de años.

El fenómeno del calentamiento global que tanto nos preocupa es consecuencia de la época interglaciar que vivimos „MIS 1, por cierto„ pero cabe buscar en la secuencia de los cambios climáticos en qué otros momentos se dieron episodios similares. El trabajo realizado por Nicholas Herold y colaboradores que se publicó en Quaternary Science Reviews en 2012 sostuvo que MIS 11 „424.000 años atrás„ y MIS 19 „hace 777.000 años„ son los que más se parecen al proceso de ahora. Nada nuevo, pues. ¿Nada tampoco de lo que preocuparse?

Pues sí. Un trabajo publicado en Nature por Georgia Grant, paleoclimatóloga del Antarctic Research Centre en la Victoria University de Wellington (Nueva Zelanda), y sus colaboradores sostienen que hay que irse mucho más lejos, hasta el periodo cálido que tuvo lugar a mediados del Plioceno, hace más de tres millones de años, para encontrar algo semejante. La clave está en que, entre todos los interglaciares recientes, solo el de ahora alcanza concentraciones de dióxido de carbono elevadísimas, comparables a las del Plioceno. Entonces se encontraban libres en la atmósfera 400 ppp (partes por millón) de CO2. Pues bien, en la actualidad hemos alcanzado ya, cuando nuestro interglaciar no ha llegado a su máximo, 415. Y ni qué decir tiene que somos nosotros, los humanos, los responsables de esas enormes emisiones.