A los políticos podemitas no les hacía gracia la música, como el de En Marea, no cedía la banda de música ni para las fiestas patronales o la Función del Voto; otro, el compostelano, la musicomanía le sobraba y dejó al pairo la Escuela de Música, y a la banda municipal le faltaban un oboe, un trompa y un fagot, insustituibles en cualquier conjunto que se precie. Estaban en la confusión entre tradición, cultura y culto. La actitud de estos ediles sería más respetuosa si en su gentilidad no se impregnasen de dogmatismo. Alfredo Conde nos recuerda cómo, históricamente, floreció el galleguismo por el reconocido prestigio de personalidades de derechas, católicos fervorosos y gentes de orden, que lo asumieron ejemplarmente. Confiamos que nuestra alcaldesa, a la vista de la campaña electoral que nos amenaza, no entre en objetivos aurorales, como lo hizo el alcalde del bipartito, ávido del foco y de las fotos, que visitó en días sucesivos (dos veces) el Centro de la Milagrosa. Ponga doña Inés la Banda Municipal a punto, tan consustancial a la vida ciudadana y aléjese del estrépito charanguero que nos crearía una realidad fantástica. La cultura, más que erudición y elocuencia significa tolerancia, cortesía y respeto. Sucede, curiosamente, con algunos dogmáticos que cuando se proclaman enemigos de la Iglesia, solo alcanzan a serlo del sacristán. Los estrambotes y la intendencia gestual ya no sirven, salvo en la mente de algún lechuguino.

Lo de Nostián huele mal, desde hace tiempo. Hubo concejales/as que llegaron a achacar los malos olores a la fina pituitaria del vecindario. El asunto es un galimatías, en el que trata de "meter la cuchara" el Consorcio, cuya susceptibilidad oficia ante cualquier innovación. He aquí un anticipo de lo que le espera al Área Metropolitana. Además de la oposición de la Xunta, sea de cualquier signo político, resulta muy difícil vencer la renuencia patológica de los alcaldes lugareños.