No sé si la intensa y extensa programación de TVE el pasado jueves, cuatro o cinco horas de imágenes, comentarios y entrevistas, a cuenta de Franco habrá aumentado los votos a Sánchez el 10 de noviembre, dos semanas solo, pero seguro que ha consolidado, si no aumentado, el voto a Vox. Un traslado que, dice Sánchez, supone un paso más hacia la reconciliación y prestigia a España ante el mundo. ¡Cuánta exageración! Había que sacarlo del Valle, claro y hace mucho, pero sin buscar réditos electorales, ya lo avisó la Junta Electoral, sin tanto espectáculo y tanta farfolla, mucha apariencia y escasa entidad. Pasó el día y pasó la romería, se dice, pero no, porque seguirán con el franquismo a vueltas, la ministra de Justicia quiere reformar el código penal para penalizar la apología del franquismo y además se tratará, si vuelven a gobernar, de seguir explotando el Valle a cuenta de los más de treinta mil allí enterrados. Bien, pero ahora hablemos de las elecciones y más exactamente de las propuestas de Sánchez sobre la situación de Cataluña.

Abundan los sondeos tanto que acaban cansando como cansan las noticias sobre los desarreglos internos de cada partido. Entre eso y lo de Franco nos acercamos al 10 de noviembre y se echan en falta propuestas claras y creíbles sobre la crisis política en Cataluña, sin duda el asunto más grave desde hace años. Los dirigentes independentistas se reafirman en sus posiciones demostrando que las condenas por sedición, malversación y desobediencia no les afectan y que nada les dice el fracaso total del procés, ni los daños de toda naturaleza causados en Cataluña. Es grave que en eso estén los condenados pero algo menos porque han quedado inhabilitados políticamente para muchos años. Importa más que quienes van a sustituirles sigan con lo mismo. Es el caso de Aragonés, vicepresidente con Torra y probable cabeza de lista de ERC en competencia con Torrent, presidente del parlamento. Ambos insisten en que no hay lugar para el autonomismo en Cataluña, en que hay que dialogar y reconocer el derecho a decidir, en que lo volveremos a hacer con más apoyos sociales y electorales. Lo mismo dicen los de JxCat y con brutalidad los CDR. Si además Iglesias y Colau piden cesiones y un pacto de nuevas relaciones entre Cataluña y España, casi completamos el cuadro del importante problema que debería abordar con seriedad y determinación el futuro gobierno. El casi apunta a Iceta y el PSC, una de cal y otra de arena siempre.

Y ante eso, que tampoco es motivo de sorpresa, ¿qué piensa hacer el futuro gobierno de España? Importa, claro está, que los dos partidos del centro derecha hagan sus propuestas con claridad pero es cierto que los electores conocemos con bastante aproximación por dónde irían en caso de poder formar gobierno. Y para qué hablar de Vox. Coinciden los tres partidos en lo fundamental, a saber, que el Estado tiene que recuperar terreno en Cataluña, aunque difieren, obviamente en el ritmo, los medios y la intensidad de esa recuperación que además habrá de adaptarse a las circunstancias de cada momento. Sus propuestas se identifican mejor porque comparten un horizonte aunque, como digo, existan diferencias evidentes e importantes entre las tres fuerzas. Pero es en el caso de una victoria socialista cuando las dudas y la inquietud asoman. Y con razón, porque Sánchez no asegura un acuerdo con PP y Cs, no asegura rechazar la sociedad con los independentistas, la que mantiene en distintas y relevantes instituciones catalanas, no asegura si iniciará la recuperación de terreno en Cataluña o prefiere eso que llaman profundizar en el autogobierno. Sánchez no ha abandonado la ambigüedad al respecto y es hora ya de que lo haga porque de eso es de lo que debería de depender el voto de muchos y no de los espectáculos televisados a cuenta del dictador muerto en la cama hace 44 años.