Mañana, 1 de noviembre, celebramos Todos los santos y pasado, Los fieles difuntos. Sé que hay muchas formas de conmemorar estas dos fiestas, pero yo, dentro de una cultura cristiana y multisecular, los considero auténticos festejos, y como tales los viviré plenamente en sus aspectos religioso y humano, sin faltar la misa y los sufragios por los fallecidos recientes así como la visita al cementerio próximo, -el de mis familiares directos me pilla muy lejos- para echar allí unos rezos y pedirles recomendaciones para mi trance cuando me toque. Porque morir es impepinable, y es preferible verlo como el acceso a la vida eterna, donde nos encontraremos con todos nuestros seres queridos. Y también celebraré estas fiestas con unos bajativos, palabreja que encontré en el relato de un periodista ecuatoriano en la última hoja informativa de la Venerable Montse Grases, moza del Opus Dei que murió en Barcelona con fama de santidad a los 17 años, y que tuve que mirar en el diccionario para enterarme que bajativos es palabra castellana: se trata de los típicos licores digestivos (pacharán, orujo, licor de hierbas...), que seguro que vendrán bien después de unas comidas extraordinarias como corresponden a unas fiestas que se celebran de año en año.