Sin algo de épica no hay modo de hacer vida, pero mucha épica puede llevar al delirio por exceso de oxígeno. En la historia humana no hay una sola guerra que no haya sido alimentada por un combustible explosivo que se obtiene mezclando intereses materiales con épica espiritual. Puede afirmarse, así, que la causa de la paz es incompatible con una dieta calórica de épica. Al enfermo de épica no hay modo de curarlo con argumentos racionales, que pensará que son de vuelo bajo mientras lo suyo son las alturas. La épica es muy contagiosa, por empatía o por antipatía. Aunque en España la épica ocupa el fondo de armario nacional, se encontraba ya en estado casi fósil, hasta que el vigor de la épica catalana la ha despertado. Las dos épicas puestas en pie de guerra la pueden acabar armando de veras. Siento decirlo tan claro, pero hoy por hoy la única fuerza de interposición se apellida Sánchez.