Apenas repuestos del último soponcio financiero, los augures anuncian que otra crisis igual o peor que la de 2008 viene ya en camino. No nos explican muy bien las razones de tan negros presagios, de modo que habrá que esperar a que se pronuncie sobre el asunto el expresidente José Luis R. Zapatero, político de reconocida experiencia en el arte de ventear estas desgracias. Si niega que vaya a producirse catástrofe alguna, ya podemos echarnos a temblar.

Puestos a afinar el pronóstico, los expertos en finanzas de JP Morgan han fijado incluso una fecha para el comienzo de la nueva crisis. Los primeros síntomas se observarán durante el próximo año 2020, un número redondo y vagamente mágico que se presta a cualquier augurio funesto.

Sobre el alcance del temporal económico ya hay alguna divergencia en el colegio de adivinos. Los del anteriormente mentado Morgan calculan que será la peor crisis de los últimos cincuenta años; en tanto que los menos alarmistas apuestan por una de baja intensidad, si bien más duradera en el tiempo. Casi ninguno da buenas noticias, salvo en el caso „improbable„ de que el emperador Trump y los dirigentes de la China Popular-Capitalista se den una tregua en la guerra comercial actualmente en curso.

El único consuelo reside en que los profetas de la crisis, al igual que los del fin del mundo, fallan más que una escopeta de tómbola. Ninguno de ellos atisbó siquiera la llegada del desplome de hace una década, cuando los bancos americanos empaquetaban hipotecas incobrables hasta que Lehman Brothers se vino abajo y declaró inaugurado el pantano en todo el mundo.

Ni siquiera en España hubo quien viese llegar la riada que llenó de parados el país; y ello a pesar de que el desmadre de la construcción, cuando el ladrillo alcanzaba cotizaciones de lingote de oro, proporcionara alguna que otra pista sobre el desastre en puertas. Lejos de advertirlo, el Gobierno de entonces usaba términos jeroglíficos como el de "desaceleración acelerada" para quitarle hierro „y cemento„ a un derrumbe que acabaría dejando la economía al borde de la quiebra.

Solo hay un motivo para conceder que esta vez acierten los profetas que años atrás no se enteraron gran cosa de la que se nos venía encima. La crisis que anuncian es probable por la mera razón de que el sistema capitalista tiende a purgarse cada cierto tiempo, como cualquier enfermo con mala salud de hierro.

Esto ya lo advertían, en realidad, los evangelistas que establecieron un ciclo económico de siete años de vacas gordas a los que seguirían otros siete de vacas flacas (y viceversa). La idea fue refrendada por la anterior directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, al sugerir que a los siete años previos de "debilidad" les seguirían otros siete de "bonanza". Sorprendentemente, acertó al inspirarse en la Biblia.

De acuerdo con este peculiar calendario, no hay porqué afligirse en exceso. Las vacas de las finanzas comenzaron a engordar en España allá por 2015, con lo que aún nos quedarían tres años de crecimiento en las ubres del PIB antes de que se cumpla la inexorable ley bíblica. Y algo ayudará la circunstancia de que en los próximos años siga sin haber un Gobierno estable que pueda empeorar las cosas. El votante es sabio.