Se les saluda en este nuevo día en el que amanecemos. Algo de lo que procuro ser consciente en cada jornada, y en lo que muchas veces insisto aquí. Y es que la vida, ténganlo en cuenta, tiene fecha de caducidad. Por eso es tan importante en la misma la coherencia, tranquilidad y serenidad como para afrontar cada día procurando disfrutarlo, como un aprendizaje y como un regalo. Y es que el tiempo es, en esencia, el tesoro más grande que tenemos, por precioso y escaso. Todo lo demás, créanme, es accesorio en mayor o menor medida. Porque estar es la primera premisa para todo lo demás.

En los diecisiete años largos que llevamos juntos en LA OPINIÓN, desde aquella primera columna en el año 2002, muchas han sido las personas que se han ido apeando de nuestra cronología vital. Bastantes me han tocado de cerca a mí, y algunas, muy de cerca. Y a ustedes les ha pasado lo mismo. Tales pérdidas van conformando parte del poso que nos va quedando como resultado de la propia experiencia de cada uno de ir viviendo, en lo más íntimo, en lo personal e intransferible. Pero hay veces en que se va alguien a quien no conocemos personalmente pero cuya pérdida, de alguna forma, también nos une en un cierto sentimiento colectivo. Creo que estos días, con la pérdida de la científica Margarita Salas, algo así le ha pasado a un amplio grupo humano en el que me incluyo.

No conocí nunca a Margarita Salas. Pero hay tres cosas que me han llamado la atención profundamente de su huella en nuestro entorno. La primera, no cabe duda, su contribución científica. Ella fue la persona que aportó al CSIC -Consejo Superior de Investigaciones Científicas- la patente más jugosa en términos económicos en la historia de tal institución, que solo en el período de 2003 a 2009 supuso más de la mitad de sus beneficios. Y, mucho más allá de lo pecuniario, sus aportaciones, directas e indirectas, son obligada referencia en la ciencia de este país y, por ende, de Europa y del mundo. No solamente sus trabajos son importantes, sino que ella mismo fue un eslabón clave en la cadena de formación de varias generaciones de hombres y mujeres científicos, a escala global. Y eso ni es fácil ni habitual.

En cuanto a la segunda, Margarita Salas también fue un pilar fundamental, en la vanguardia, en la consecución de roles antes vetados para las mujeres. No estuvo sola en dicho empeño, y existen otros nombres que contribuyeron a dinamizar, desde la ciencia, una realidad diferente para ellas. Pero el nombre de la Dra. Salas, por méritos propios, pertenece con pleno derecho a tal lista de mujeres que, cada una en su ámbito, desbrozó el camino para que, a partir de ahí, todo fuese un poco más sencillo. Y, claro, tal tipo de empresa arrastra siempre bastantes dificultades. De ahí el mérito añadido que supone ser pionera.

Y, como les decía, aún hay un tercer aspecto que me gustaría destacar aquí... Y es que, más allá de su aportación a la igualdad de la mujer, Margarita Salas fue también una abanderada de la necesidad de una mejor y mayor financiación para la ciencia en España. Ella nunca se cansó de reclamar esto, en un país que sigue sin creer en la importancia de dotar suficientemente a este capítulo. Y es que ella fue testigo, en primera línea, de las dificultades de los científicos para tener una cierta estabilidad que les permita centrarse en lo verdaderamente importante. Y es que a veces el no poder pagar las facturas personales a medio plazo, o el no disponer de fondos para mantener el ritmo de la investigación, hace que mucho de lo hecho se vaya por la borda, con el triste resultado de que, aún hoy, en otros países se frotan las manos recibiendo científicos de aquí extraordinariamente formados pero sin futuro en este país. Como resultado, patentes, investigaciones y avances se los llevan otros, a pesar de los rimbombantes nombres de planes y estrategias de medio pelo, parcos en recursos y lastrados por el desinterés y la falta de un marco de consenso, estable y duradero, entre los diferentes actores políticos. Y, sí, en eso Margarita Salas siempre habló alto y claro, desde la experiencia y la capacidad.

Titulo el artículo Un par de días sin Margarita, aunque ella sigue ahí. Lo hace, como absolutamente todas las personas que ya no están, a través de su impronta. De su legado, sea más personal o, como en este caso, también colectivo. De sus logros, de los que ya disfrutamos todos, y también de aquello a lo que no haya conseguido llegar, y que supone y supondrá el punto de partida para investigaciones pilotadas por otras personas, que contribuirán a que los que quedamos en el barco tengamos más y mejor vida. De su esfera cercana, para los que hayan compartido su vida en las distancias cortas, y también de su ingente aportación al acervo común. De su recuerdo, mucho más allá de la mera presencia física. Un recuerdo que quedará, siempre, con agradecimiento y afecto.