Así empezó el calvario en el 2007: llamando desaceleración a lo que en 2008 se reconoció como gran crisis. Ahora quizá lo más acertado sea llamar "recidiva de la crisis del 2008" a lo que se nos viene encima. La vuelta, en plena convalecencia, de la misma enfermedad pero con peor pronóstico. De esto casi no hablaron los líderes políticos y las escasas menciones recurrieron al maquillaje o al negacionismo. Pero lo peor de todo es que esta recidiva nos va a coger bajos de defensas, peor que en 2008. Sobre todo si, como se huele, la derecha y la ultraderecha se fortalecen en este país. Porque no van a ser los dos principales partidos los que marquen métodos y tendencia para enfrentarse a la crisis, sino los segundos partidos, en la derecha y en la izquierda. Es decir, la política de respuesta a la crisis será más o menos favorable a los intereses de las mayorías según pesen más o menos en el mapa político Unidas Podemos o Vox. Si Vox fuese la tercera fuerza en el Congreso el castigo a las clases modestas y medias del país sería más duro, más prolongado e incluso más violento, no solo físicamente con la represión, sino sobre todo porque las medidas que se adoptarían serían más de fuerza y represivas económica, social, jurídica y políticamente. Si, como parece más difícil, la tercera fuerza fuese Unidas Podemos la respuesta a la crisis sería seguramente dolorosa e incómoda, sobre todo por el contexto internacional en que se produce, pero las medidas que se adoptarían serían menos dañinas para las clases medias y las mayorías sociales, más equilibradas, menos lesivas para el Estado del bienestar, más respetuosas con los derechos civiles y las libertades y, sobre todo, más alejadas de medidas de fuerza y de remedios violentos. El dilema no está pues en votar PSOE o PP, porque eso poco va a significar, sino en elegir entre partidos a la izquierda del PSOE o formaciones a la derecha del PP, porque son estos los que van a influir para apostar por la salida equilibrada, democrática y pacífica o por la respuesta plutócrata, autoritaria y violenta a la crisis.

Esto, de lo que tan poco se ha hablado, demuestra que la abstención es suicida para los demócratas y para la izquierda. "Estamos en guerra pero hay que reflexionar".