Los genetistas están preocupados por el uso comercial que se está dando a sus estudios a través de aplicaciones digitales que prometen al usuario, previo pago de unos eurillos, determinar, supuestamente en función de su ADN, cuál es su nivel de inteligencia, qué riesgo tienen de padecer determinada enfermedad, hasta qué punto descienden exclusivamente de personas de piel blanca (atención, supremacistas), sus hábitos de sueño, su pareja ideal, su tendencia a consumir marihuana o qué dicen sus genes sobre sus tendencia a yacer con personas de su mismo sexo.

¿Cuánto tienes de gay? Sería la traducción del nombre de la aplicación digital que ha suscitado este debate, del que se hace eco la revista científica Nature. Su creador se llama Joel Bellenson, es un estadounidense que vive en Uganda, un país donde ser homosexual conlleva la cadena perpetua. La aplicación de Bellenson se sustenta, supuestamente, en el mayor estudio sobre genética del comportamiento sexual efectuado hasta la fecha, en el que se examinaron los genes de unas 475.000 personas. El análisis se publicó en Science este verano y, paradójicamente, concluyó que no existe un gen homosexual como tal. Es decir: sí encontraron algunas variaciones genéticas estrechamente relacionadas con personas que habían tenido relaciones homosexuales, pero ninguna era tan frecuente como para poder utilizarse como predictor de la orientación sexual. Aún así, la mencionada aplicación promete decirle al usuario cuánto tiene de homosexual incrustado en su cadena de ADN.

Los científicos están viendo con horror cómo sus estudios, llenos de matizaciones y complejidades estadísticas, son desplumados y simplificados al máximo para dar un veredicto genético supuestamente científico. El sitio Geneplaza.com, por ejemplo, es un auténtico supermercado genético con productos de todo tipo. Estas aplicaciones „que requieren la introducción de los datos genéticos del usuario, un servicio que ofrecen otras compañías„ pueden "dañar a las personas y a la sociedad al causar ansiedad, gastos médicos innecesarios, estigmatización y cosas peores", dicen los expertos. Los genetistas citados por Nature dicen que estamos ante el "Salvaje oeste de la genética" y conceden a estas aplicaciones el mismo nivel de fiabilidad que los horóscopos o el tarot. Eso sí el halo científico que tienen les preocupa por la credibilidad que pudieran adquirir.

Hay que tener mucho cuidado con el uso indebido del saber científico. A Dawn Butler, secretaria de la mujer del Partido Laborista británico, se le ocurrió hace un mes animar a normalizar la homosexualidad diciendo que había que ser como las jirafas, "que en un 90% son homosexuales". El principal asesor de su partido, Lachlan Suart, le llamó la atención en Twitter llamándola "homófoba" y puntualizándole que ese comportamiento que ella vio, en realidad, es una muestra de dominio. The Guardian, que se hace eco de tan deliciosa metedura de pata, entrevista a la investigadora Natalie Cooper, del Museo de Historia Natural de Londres. "Las jirafas no tienen una orientación sexual. Eso es algo humano", sentencia.