El sueño sensible de Pedro Sánchez da mucho que hablar. Se repite hoy su frase de septiembre de que no dormiría tranquilo si hubiese aceptado la coalición de Unidas Podemos con ministros sin experiencia de gestión pública.

El sueño sensible de la conciencia no es lo mismo que el dormir melindroso al que un grado de temperatura arriba, un centímetro de almohada abajo, unos lúmenes de más se le vuelven pejigueras.

Parecía una frase sobre la conciencia, pero era una versión en los tiempos de la ingobernabilidad del "quien con niños se acuesta, meado se levanta".

A esta generación de políticos personalistas, criados en habitaciones individuales, que no conocieron internados, seminarios o cuarteles donde no se elige la compañía en la que se duerme, les molesta compartir cama. Sin amor que una, ni sexo que compense, la necesidad ha de apretar mucho para dormir acompañado. Ya ha apretado suficiente.

El sueño es egoísta en cualquiera y, más aún, en caracteres como los de esta generación de fulanos al frente de partidos que se juegan al todo por el todo el edredón.

Para Sánchez, compartir lecho con Podemos era y es arriesgarse a las patadas de las piernas inquietas de Pablo Iglesias, que habla en sueños para no callarse ni dormido. Los ronquidos de gran felino de Vox en el circo de la oposición no lo van a desvelar.

No es el reposo lo que está en riesgo; "es el colchón, idiota", parafrasearíamos, dado que el cambio de jergón simbolizó la mudanza inesperada en La Moncloa, cuando Sánchez desalojó a Mariano Rajoy. De ahí viene la venganza del colchón que hace el PP cuando „ahora que Sánchez acepta el colecho„ cuestiona que con esa victoria pueda seguir durmiendo en palacio.