España se asoma a la salida del bloqueo institucional con la alianza para un ejecutivo de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, pendiente aún de alcanzar los apoyos necesarios para garantizar la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Fueron necesarias otras elecciones, las segundas en medio año, para que a los partidos políticos les entrara en la cabeza, aunque semeja que todavía no todos los asumen, que el desbloqueo solo se evita con acuerdos que, imprescindiblemente, implican cesiones partidarias en beneficio del interés general, sellando alianzas a partir de lo que une y no alimentando las diferencias para justificar el fracaso de la ruptura.

Salvando las distancias y a la espera de que el acuerdo de investidura se traduzca en la conformación de un gobierno estable capaz de ganarse los apoyos necesarios para, de entrada, sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado, el discurrir de la política estatal, contaminada en exceso por el conflicto con Cataluña, guarda cierto paralelismo con los derroteros de la coruñesa. El pasado mandato, los desencuentros entre Marea Atlántica y el PSOE, salvo acuerdos muy concretos, pero ocasionales, provocaron una tensión innecesaria, el malgasto de esfuerzos y tiempo, y cierto bloqueo institucional y de gestión. Tampoco ayudó la actitud del Partido Popular, más preocupado de confrontar con el Gobierno local de Xulio Ferreiro que de acordar proyectos e iniciativas. La máxima consecuencia de esta situación se sufre en la actualidad, con el presupuesto municipal de 2018 prorrogado y con el Ayuntamiento maniatado para acometer nuevas y necesarias inversiones.

El arranque del mandato municipal augura un nuevo tiempo, más propicio para el acuerdo, sin que ello implique la renuncia de cada actor político en el Ayuntamiento a la defensa de sus legítimas posiciones, tanto ideológicas como de proyecto de ciudad. Los acuerdos de gobernabilidad del PSOE con, por separado, Marea Atlántica y el BNG han propiciado un clima de entendimiento que, como primer gran efecto, ha permitido la aprobación inicial de las ordenanzas fiscales, esto es, los impuestos municipales para 2020, con nuevas e imprescindibles bonificaciones para las familias con menos recursos económicos, propuestas por Marea e introducidas sin discusión por el PSOE. Marea, BNG y Ciudadanos votaron a favor de las ordenanzas no sin críticas a los socialistas, más por aspectos formales que de contenido de las ordenanzas. E incluso el PP moduló su beligerancia y mostró un discurso algo más constructivo, traducido en una abstención que, no hace mucho, habría sido un innegociable voto en contra.

Con estos mimbres se afronta la negociación del presupuesto municipal para 2020, cuya aprobación es de vital importancia para la ciudad. El Gobierno local socialista lo encara con Marea y BNG, las fuerzas a su izquierda, como interlocutores preferentes, pero, y bien hace, sin escapar del encuentro, a su derecha, con PP y Ciudadanos. La imagen del concejal de Hacienda, el socialista José Manuel Lage, y la portavoz popular, Beatriz Mato, siendo capaces de sentarse en la misma mesa para tratar la confección de las cuentas y de comparecer juntos ante los medios de comunicación, aunque sin acuerdo, es un paso adelante en la normalización del debate político, también en A Coruña.

Los votantes, tanto en la ciudad como en España, exigían, con incontestables argumentos, el desbloqueo político y el acuerdo entre fuerzas. Ante la nueva etapa en el Congreso y en el Palacio Municipal, se abren dos caminos: flagelarse por que el acuerdo no hubiera llegado antes o insistir en que el entendimiento no sea flor de un día que se marchite para devolvernos a la casilla de salida. Sin renunciar a la crítica por lo que debió haber sido y no fue en el pasado más inmediato, pero abandonando la tentación de convertirla en la principal arma política, es hora de que los gobernantes y su oposición apuntalen la búsqueda del acuerdo como eje de su gestión.