La Cumbre del Clima se celebrará en Madrid, lo que encierra notables contradicciones. Tras la renuncia de Chile, cuyo presidente considera que no puede garantizar la seguridad de los asistentes después de varias semanas de disturbios que mantienen el país en un caótico campo de batallas urbanas, el presidente del Gobierno español se ofreció a celebrarla en nuestro país y recibió el visto bueno. La gran reunión internacional, que se estaba preparando en Santiago de Chile organizada por Naciones Unidas corría el peligro de no celebrarse. Conocida por COP25 en sus siglas en inglés (25º Conference of Parties) es el órgano de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (CMNUCC) que "orienta los esfuerzos de los países que son partes de la Convención para actuar contra el cambio climático". Persigue impedir la interferencia humana en el aumento de la temperatura media del planeta.

Las primeras contradicciones están en que se celebrará en Madrid, cuyo alcalde, José Luis Martínez Almeida, manifestaba públicamente que no cree en el cambio climático e intentó retirar las necesarias medidas anticontaminantes establecidas por la anterior Corporación municipal, Madrid Central. Alcalde que se apoya en los votos de Vox, partido cuya primera declaración tras conocer los resultados de la urnas fue señalar que rechazaba totalmente ese Madrid Central. Y cuya comunidad está presidida por Isabel Díaz Ayuso, que no se puso al teléfono cuando la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, intentaba informarle de la solicitud del Gobierno de celebrar la cumbre en la capital de España.

Veamos: Una mayoría de españoles, según diversos sondeos recientes, considera imprescindible luchar contra la contaminación que nos lleva al calentamiento global, al cambio climático. Pues bien, esas personas, esas asociaciones, esas organizaciones, los ecologistas, que trabajan para que nuestra vida diaria sea lo más natural posible, por que las industrias nos contaminen lo menos posible, por facilitarnos la existencia, son repudiadas por mucha gente. Son denostadas por personas, asociaciones, agrupaciones porque las consideran una amenaza para sus intereses. Y esas organizaciones ecologistas, conservacionistas, naturalistas que buscan el equilibrio en la Naturaleza, luchan por la permanencia de la cadena trófica, que no se rompa el hilo conductor del desarrollo natural, imprescindible para la pervivencia de los seres vivos que estamos destruyendo los seres humanos. Es decir, combaten las raíces del nefasto cambio climático que estamos promoviendo.

Los intereses particulares, unidos a la atractiva comodidad (¿quién no la desea?), están lastrando el desarrollo de la vida de las personas, el futuro de las actuales y futuras generaciones. Ese interés está haciendo difícil la redirección de nuestra conducta medioambiental hacia un mayor respeto por la Naturaleza que nos da la vida. Está imposibilitando que cambiemos nuestros hábitos perniciosos por unos respetuosos con el planeta que nos acoge. Contra ellos lucha la COP25 que se celebrará en España.

La comodidad y la ambición tienen la culpa de esta contradicción. Porque pocos desean renunciar a tenerlo todo a mano, a disfrutar de cualquier vianda en cualquier momento, a moverse sin renunciar a cualquier combustible con tal de ir confortablemente, a disponer de cualquier cosa si se tiene capacidad económica para conseguirla. Es más fácil no hacer nada que concienciarse de que no conviene realizarlas contra natura. No quiero decir con esto que todas las prédicas que anuncian los ecologistas sean la panacea, ya que hay mucho friki en el ámbito ecológico, mucho teórico que propone difíciles medidas de llevar al campo práctico. Tienen razones científicas para proponer una vida más natural -recuerdo el ofrecimiento a la Administración del Estado de las organizaciones conservacionistas de hacerse cargo de la gestión de la política ambiental-, algo que entra dentro de los parámetros a debatir en la Cumbre climática de Madrid. Ese Madrid cuya actual Corporación municipal acaba de decidir la supresión de un gran carril bici, establecido para promocionar el uso de la bicicleta con el fin de utilizar menos el automóvil contaminante.