Como era de esperar, una vez más, los trabajadores de la planta de reciclaje de Nostián han salido a la calle a movilizarse. Esta vez, para defender sus puestos de trabajo. Es evidente que cuando esta situación se repite con tanta frecuencia, es que algo no funciona.

Durante las casi dos décadas que han transcurrido desde la inauguración de las instalaciones, el calvario de conflictos ha sido interminable; además de los laborales, los pleitos entre la concesionaria Albada y el Consistorio han estado a la orden del día. Tanto es así, que aún hoy hay litigios abiertos entre ambas partes. Esta inadmisible batalla en los juzgados tiene su fuente en los grandes errores de cálculo del proyecto inicial.

Para añadirle más carroña a todo este cúmulo de dislates, allá por el año 2007, el Gobierno local firmó un acuerdo de cooperación con Sogama fundamentado en un trasvase e intercambio de residuos entre ambas partes. ¿Qué pasó con ese acuerdo? ¿Por qué no fructificó? ¿Tendrá algo que ver con la llegada del PP a la Xunta en el año 2009? Dos modelos de tratamiento de residuos que llevan compitiendo casi veinte años pudiendo ser compatibles. Sin lugar a dudas, el promotor de toda esta chapuza es la política mezquina que quiere su parte en este negocio millonario. A mayor riqueza, más basura.

Lo que mal empieza, mal acaba, y, la cuerda suele romper por lo más delgado. La empresa concesionaria y Gobierno local siguen sin buscar un acuerdo para impedir que la citada compañía ejecute un ERTE a partir del 1 de enero de 2020, y evitar una huelga indefinida de toda la plantilla a partir del 8 de diciembre.

Con este deprimente escenario y una nefasta gestión política que viene de mucho tiempo atrás, hacen de esto un cóctel explosivo en el que sería deplorable que los trabajadores tuviesen que sufrir en sus carnes las secuelas de tanto desatino.