Menos mal que esto no fue un Prestige". Era el comentario más repetido entre el gentío que seguía desde tierra las tareas de intento de rescate del buque quimiquero Blue Star, encallado la semana pasada en las rocas de la costa de Ares tras quedar a merced del viento del temporal. La sensación general de la ciudadanía era de alivio, a pesar de la gravedad del accidente marítimo. Pero el estigma sigue ahí.

En la memoria colectiva de los gallegos, de los coruñeses, hay precedentes terribles que devuelve el mar cada cierto tiempo: el Urquiola en el 76, el Casón en el 87, el Mar Egeo en el 92, el Prestige en 2002. Son nombres asociados a las borrascas que azotan la costa coruñesa. Y la que encalló el Blue Star fue en noviembre, el mismo mes que trajo la marea negra del Prestige.

Afortunadamente, el quimiquero Blue Star tenía los depósitos vacíos cuando los fuertes vientos del temporal lo empotraron en la costa. Venía a cargar al puerto coruñés. De haber sido al revés, estaríamos de nuevo sumidos en la tragedia.El barco fondeó en Ares para protegerse del temporal, a la espera de entrar a cargar en el puerto. En la bahía de Ares hay una estampa que se repite a la llegada de cada borrasca: son los mercantes fondeados, forman parte del paisaje como el Puente de O Pedrido o la Torre de los Andrade.

Ares es la zona natural de recalada, la que permite a los barcos guarecerse hasta que el temporal amaine y puedan entrar al puerto con menos riesgo. Así fue históricamente de manera no regulada, hasta que en 2014 fue reconocida oficialmente como zona de servicio de los puertos de Ferrol y de A Coruña. La medida implica que las autoridades portuarias tienen que garantizar a los barcos que utilicen el fondeadero con determinados servicios que hasta entonces no tenían asegurados.

El percance del quimiquero se debió a un incendio en la sala de máquinas que dejó al barco sin gobierno precisamente cuando intentaba entrar en el puerto coruñés desde el fondeadero de Ares a cargar seis mil toneladas en la terminal de Repsol en el puerto coruñés.

Con el accidente del Blue Star ha reaparecido el debate político y social sobre la idoneidad de los medios para hacer frente a posibles catástrofes marítimas en Galicia, así como las movilizaciones de la plataforma Nunca Máis, que denuncia la indefensión del litoral gallego y reclama la transferencia del servicio de guardacostas a la comunidad.

En cualquier caso, quedan aún por aclarar importantes lagunas sobre lo que ocurrió en ese periodo crítico de 90 minutos en el que el Blue Star inicia la maniobra para dirigirse a puerto, se produce el incendio que lo deja sin máquinas y acaba arrastrado por el temporal hacia las rocas. ¿A qué hora tuvo Salvamento Marítimo conocimiento de que el buque tenía problemas? ¿Por qué no estaba embarcado el práctico? ¿No hubo tiempo de enviar un remolcador?

La pregunta del millón es: ¿por qué no largó anclas el Blue Star para evitar empotrarse en la costa? Ninguna explicación oficial lo ha aclarado hasta el momento. Los expertos en navegación marítima consultados por este periódico se muestran críticos con la falta de transparencia en torno al accidente y recelan de la pericia del capitán del barco por no haber utilizado las dos anclas para evitar el encallamiento. Las anclas deben llegar a los puertos destrincadas y listas para fondear. En esa situación, nunca deben ir engranadas. De esa manera, aunque el buque se quede sin motor, como en el caso del Blue Star, las anclas caen por gravedad al operarse de forma manual. Hay que recordar que cuando a Mangouras, capitán del Prestige, le preguntaron en el juicio si había riesgo de estrellarse si hubiera llevado el barco a la ría de Corcubión, respondió: "No, para eso tengo las dos anclas".

Cabe la posibilidad de que el Blue Star no llevase destrincadas las anclas al realizar la maniobra de entrada al puerto coruñés, y esto sería una imprudencia grave, según los expertos. Las autoridades deben ofrecer a los coruñeses una información transparente y detallada sobre el accidente para despejar estas incógnitas.