La noticia de las candidaturas a los Goya es que Belén Cuesta no protagoniza todas las películas polinominadas. Solo dos, La trinchera infinita y Ventajas de viajar en tren, con una nominación a mejor actriz por la primera. Sin embargo, a nadie le sorprendería que la ubicua intérprete encarnara a la hija de Unamuno en Mientras dure la guerra, y a la agente de Antonio Banderas en Dolor y gloria.

Se ha presentado la próxima ceremonia de los Goya como un enfrentamiento entre los dos directores españoles por antonomasia. Es más correcto precisar que el cine español se debate entre Franco y Almodóvar, porque Amenábar no ha firmado una película de ficción, sino un reportaje académico agitado por el nominado Eduard Fernández mediante su interpretación bufonesca de Millán Astray. Si se necesita justificar el peso cinematográfico del dictador, tres de las cinco candidatas al máximo galardón están preñadas de franquismo. En concreto, y además de Mientras dure la guerra, Intemperie y La trinchera infinita.

Es decir, el 60% del mejor cine español rima con Franco. Cuesta llamar arte contemporáneo a una oferta tan sesgada. Ahora bien, si la evolución en la senda de Tarantino conduce a las cuatro nominaciones de Ventajas de viajar en tren, es preferible quedarse anclado en la eterna postguerra. Lo peor del duelo entre el Generalitísimo y Almodóvar es que se prolonga ya durante más de cuarenta años. Los productos autóctonos para la pantalla no son buenos, ni siquiera malos, están caducos.

Entre los títulos supernominados, Mientras dure la guerra invita a la parodia Mientras la guerra aguante. Muestra a un Unamuno de Wikipedia, a un líder de Ciudadanos que necesita que le restrieguen la pistola franquista por los morros para enterarse de que se aproxima una dictadura. Amenábar sabe mucho más de cine que de su personaje real, y tal vez sea un mérito que haya logrado que el dictador pícnico acabe cayendo más simpático que el filósofo cascarrabias.

En cuanto a Dolor y gloria, su proclamación por la revista Time como la mejor película del año no solo demuestra el declinar inexorable de la publicación citada. Acredita asimismo que Almodóvar ofrece la versión que en el extranjero desean tener de España, en un estomagante autohomenaje en que travestido de Antonio Banderas se pregunta por qué sus películas tienen tanto éxito en Islandia. El impacto de ambas plurinominadas en taquilla solo demuestra que existe una necesidad de conectar con la realidad circundante a través de la pantalla, aunque sea con intermediarios tan poco brillantes como los citados.