Supe pronto que al mediodía del martes 10 ya había sido desencallado el buque embarrancado en la costa de Ares, el Blue Star, y me alegró saberlo por el final feliz a tantos esfuerzos. Por eso tenía auténtico interés en ver la operación del reflotamiento, que pude contemplar en uno de los telediarios de la noche. Pensando que con este rescate se acababa el espectáculo gratuito que había encandilado a todos los que hasta aquellos parajes se habían acercado para ver de cerca los trabajos, de pronto se pudo escuchar por el audio del televisor una voz muy dulce que soltó a modo de despedida ¡Adiós Blue! Al instante imaginé a una madre bien abrigada, con una criatura al lado a la que animaba para que despidiese moviendo la manita al buque que recobraba la libertad. De alguna forma nos habíamos encariñado con el Blue Star por no sé qué razón, pero verle empotrado en la costa daba pena, y contemplar la proa sobre la arena y entre rocas se me asemejaba a un enorme cetáceo que suplicase que le sacaran de allí, que le ayudasen a ser libre y volver a navegar. Final feliz. Y se acabó la función.